El requiem de un corazón roto - Capítulo 356
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Capítulo 356:
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Jeffrey se sintió aliviado al oír su voz. «¡Estás despierta! Oh, gracias a Dios».
Luchando por incorporarse, Rachel murmuró: «Siento haberte alarmado. No quería preocuparte».
Agarrándole la mano, Jeffrey la tranquilizó: «Descansa ahora. Basta con que estés despierta».
«No pasa nada. Ahora me siento mejor».
Parecía que se había desmayado por el dolor.
Volviéndose hacia el médico que la atendía, Rachel dijo: «Doctor, por favor, lléveme al hospital LivWell, ¡gracias!».
Su salud estaba supervisada habitualmente por el doctor Darren Thompson. Por el momento, deseaba mantener su estado en secreto.
«Muy bien, quédese tumbada y en silencio. Llegaremos enseguida». Rachel cerró los ojos, reconfortada por las palabras del médico.
Sin embargo, el dolor persistía sin tregua. Con Jeffrey a su lado, se guardó su malestar para sí misma, sufriendo en silencio.
Al llegar al hospital, se encontraron con el Dr. Darren Thompson, que acababa de terminar una operación. Vestido con su bata, percibió al instante la urgencia del estado de Rachel.
Rachel habló primero, volviéndose hacia Darren. «Mi hermano se asusta fácilmente. Cuento con usted para que se encargue del resto».
Sus intenciones eran claras: prefería que Darren no le contara todo a su hermano.
Darren lo entendió rápidamente y tranquilizó a Jeffrey: «Déjeme cuidar de su hermana. ¿Por qué no se toma un momento para descansar?».
«Gracias, doctor. Solo… por favor, asegúrese… asegúrese de que esté bien». Los nervios de Jeffrey hicieron que su tartamudez fuera más evidente.
Sin demora, Darren acompañó a Rachel para que la atendieran.
Cuando regresó, Rachel parecía mucho más estable, ya que los analgésicos habían aliviado considerablemente su malestar. Jeffrey corrió a su lado en cuanto la vio.
—No te preocupes, me siento mucho mejor.
—Todavía estás muy pálida y débil. —Abrumado por la preocupación, Jeffrey la abrazó con fuerza, con lágrimas en las mejillas.
Rachel esbozó una débil sonrisa y le acarició el pelo con ternidad. —Oye, no llores. Estoy bien. ¿Desde cuándo te has vuelto tan llorón?».
Jeffrey seguía abrazándola con fuerza.
«Estar enferma puede hacerte sentir débil. Dame unos días para recuperarme».
«¿De verdad?
¿Alguna vez te he mentido? Aunque tendré que quedarme aquí un poco más. ¿Estarás bien solo en casa?».
Jeffrey negó con la cabeza enfáticamente. «Prefiero quedarme aquí contigo».
«No es necesario. Cuídate en casa. Aquí estoy en buenas manos, no te preocupes».
Sin embargo, verla tan mal lo inquietaba. «Entonces llamaré a Brian».
Rachel lo detuvo rápidamente. «Ahora mismo está muy ocupado en el trabajo. Solo lo preocuparás. No lo molestemos».
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