El requiem de un corazón roto - Capítulo 352
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Capítulo 352:
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Cuando Jeffrey salió del baño con su pijama blanco, su piel parecía fantasmal.
Al recordar el duro día que había pasado, Rachel sintió una punzada de tristeza en el corazón. —La cena está lista. Ven a comer —le dijo con dulzura.
—Está bien —murmuró Jeffrey, tirando de una silla y sentándose.
Rachel colocó un plato de sopa humeante delante de él. «Come esto primero, te calentará el estómago. Y no te preocupes, he preparado tus costillas favoritas. Ahora te las traigo».
Después de poner todo en la mesa, se sentó frente a él.
La habitación pronto se sumió en un silencio inesperado. Rachel se tomó su tiempo para masticar la carne y, finalmente, habló. —Jeffrey, no era mi intención aparecer en tu trabajo ni ir en contra de tus deseos. Es solo que…
Las palabras se le atascaron en la garganta, dejándola nerviosa y luchando por explicarse.
Al verla así, Jeffrey cogió en silencio una costilla y la puso en su plato. «A ti también te gustan las costillas, ¿verdad?», le dijo en voz baja.
Los recuerdos de su infancia pasaron por la mente de Rachel. Su familia nunca había sido amable con ellos y siempre habían tenido problemas económicos. La carne era un lujo que apenas podían permitirse y, como a Kate le encantaban las costillas, Rachel y Jeffrey solo podían comer lo que ella dejaba.
Cuando llegaba su turno, las costillas estaban frías y apenas quedaba nada. Pero, aun así, saboreaban cada bocado como si fuera un manjar exquisito. Si había suficiente, Rachel cogía un poco, pero si no quedaba mucho, siempre se lo dejaba a Jeffrey.
«Rachel, ¿quieres unas costillas?».
Cada vez que había costillas en la mesa, Jeffrey le preguntaba a ella antes de servirse.
«Sí, ya me he comido dos trozos grandes», respondía ella con una sonrisa tranquilizadora.
La primera vez que mintió, dudó, sintiéndose insegura y culpable. Pero con el tiempo se acostumbró a decirlo y se convirtió en algo natural. Ahora, mirando las costillas en su plato, Rachel sintió que se le nublaba la vista. Las lágrimas brotaron de sus ojos y resbalaron por sus mejillas antes de que pudiera detenerlas.
—Rachel, ya no soy un niño. Sé que solías mentir para que yo me comiera todas las costillas. Pero ahora quiero compartirlas contigo, aunque solo sea un trozo —dijo Jeffrey con suavidad.
Sus palabras provocaron una nueva oleada de emoción que la invadió, haciéndole imposible contener las lágrimas.
—Vamos, no llores. Las costillas no sabrán bien si se empapan en tus lágrimas — bromeó Jeffrey con delicadeza.
Rachel asintió rápidamente y tragó saliva para contener la emoción.
Cuando se llevó la costilla a la boca, la voz de él se suavizó. «Nunca te culpé. Sé que lo hacías por mí. Solo querías protegerme. No te culpo».
Repitió sus palabras, asegurándose de que ella entendiera que las decía en serio. Rachel se secó las lágrimas y dio un gran mordisco, obligándose a disfrutar de la comida.
Jeffrey también dio un bocado y sonrió. —Está delicioso. Me encantan estas costillas que has hecho.
—Si te gustan, come más. Luego descansa y no dejes que nada te preocupe —le instó Rachel.
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