El requiem de un corazón roto - Capítulo 333
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Capítulo 333:
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Un segundo después, algo se rompió en su interior. Se abalanzó hacia delante y agarró a Rachel por el cuello en un arranque de rabia.
En un instante, la ropa de Rachel quedó rasgada, dejando al descubierto los tenues mordiscos de amor en su cuello.
Los ojos de Tracy ardían de furia al ver aquello, pero rápidamente se recompuso.
Respiró hondo y habló con calma forzada. —Lo que he dicho antes sigue en pie. Puedes poner tus condiciones.
Rachel arqueó una ceja, con tono indiferente. —¿Y si digo que no?
Tracy apretó los puños. —Si no recuerdo mal, tienes un hermano que necesita cuidados especiales. Sus tratamientos no son baratos. Sé que necesitas dinero. Puedo darte todo el que quieras.
Rachel ladeó ligeramente la cabeza, jugueteando distraídamente con los dedos. —¿Ah, sí? ¿Y cuánto estás dispuesta a ofrecerme para comprarme?
Tracy levantó una mano, con los dedos extendidos.
Rachel sonrió con aire burlón. —¿Quinientos millones?
La ridícula cifra hizo que la expresión de Tracy se ensombreciera al instante. Ella tenía en mente cinco millones, nada que ver con la escandalosa suma que Rachel acababa de soltar.
—¿Te lo estás tomando en serio? —preguntó Tracy apretando los dientes.
Recostándose perezosamente contra la pared del ascensor, Rachel cruzó los brazos, con un brillo burlón en los ojos. —¿He dicho yo que quisiera discutir? Tú eres la que está intentando tirarme el dinero.
La cara de Tracy se retorció de frustración. Dio una patada en el suelo y perdió la paciencia. —Rachel, me estás poniendo a prueba. Espera y verás, me aseguraré de que aceptes esta oferta, te guste o no.
—¿Ah, sí?
Antes de que Tracy pudiera decir una palabra, las puertas del ascensor se abrieron suavemente. Había un pequeño grupo de personas esperando para entrar.
Al darse cuenta de la situación, Tracy no tuvo más remedio que tragarse su frustración y esbozar una sonrisa cortés.
—Hasta luego. Gracias por acompañarme —dijo Rachel con una sonrisa deliberadamente dulce mientras salía, sabiendo muy bien que Tracy no podía enfadarse en público.
Quizás sintiéndose nerviosa, Tracy se apresuró a salir del ascensor tras Rachel. En cuestión de segundos, el ascensor se volvió a llenar.
Solo entonces Tracy se dio cuenta de que tenía que subir. Se dio la vuelta e intentó volver a entrar, pero el ascensor ya estaba lleno.
Su insistencia activó la alarma de sobrecarga, haciendo que todos se volvieran a mirarla.
Avergonzada, dio un paso atrás rápidamente, esbozando una sonrisa incómodas. —Pasen ustedes primero.
En ese momento, Samira se apresuró a acercarse, metió una mano entre las puertas que se cerraban y se coló dentro antes de que pudieran cerrarse.
Justo cuando todos se preparaban para que el ascensor activara la alarma de sobrecarga, este funcionó sin el menor contratiempo.
Ni pitidos, ni luces rojas, solo un movimiento fluido.
La expresión de Tracy se ensombreció en un instante. Sus manos, que descansaban rígidas a los lados, se cerraron en puños apretados. En ese momento, era la única persona que se ahogaba en la vergüenza.
Las puertas se cerraron y el ascensor ascendió suavemente.
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