El requiem de un corazón roto - Capítulo 324
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 324:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Dejó a Kate tirada en el suelo, magullada y humillada, con la ropa que antes estaba impecable hecha jirones.
Inclinándose, Rachel le dijo con voz gélida: «Escúchame, Kate Marsh. Si vuelves a ponerle un dedo encima a Jeffrey, si le pasa algo, te juro que te arrastraré conmigo. Y ni se te ocurra chivarte a tu madre o a mi padre. Si se enteran de lo que ha pasado hoy, me encargaré de que te arrepientas».
Kate, obstinada como siempre, apretó la mandíbula.
Rachel no estaba preocupada. Se agachó más, clavando la mirada en Kate. —Sé lo que estás pensando. Correrás a tu mamá, le llorarás y ella nos castigará.
Rachel ladeó la cabeza y sonrió con malicia. —Pero aquí está el quid de la cuestión, Kate: a mí no me importa la vida ni la muerte. No tengo nada que perder. Tú, en cambio, eres una princesita mimada que lo tiene todo a tus pies. Tienes un futuro. —Bajó la voz hasta convertirla en un susurro—. ¿De verdad estás dispuesta a tirarlo todo por la borda?
Por primera vez, Kate pareció asustada. El miedo se apoderó de sus ojos mientras asentía frenéticamente. —¡No lo haré! Lo juro, no volveré a hacerlo. ¡No quiero morir!
Rachel le dirigió una última mirada fría. —Más te vale que lo digas en serio. Porque si yo caigo, me llevaré a alguien conmigo.
Una vez que Kate se hubo alejado corriendo, Rachel exhaló lentamente, temblando. Y entonces, como si le hubieran succionado todas las fuerzas, se derrumbó en el suelo.
No había dicho nada en serio. Solo había repetido como un loro lo que una vez había oído decir a Moira: amenazas destinadas a infundir miedo. En aquel entonces, había pensado que Moira era cruel por utilizarlas. Nunca imaginó que algún día se las devolvería a la propia hija de Moira. El destino tenía un sentido del humor retorcido.
Las crueles palabras de Kate habían destrozado el corazón de Jeffrey, y aún hoy seguían atormentándolo.
Rachel sacudió sus recuerdos y volvió a centrar sus pensamientos en el presente, sintiéndose amargada por dentro.
—Jeffrey —dijo en voz baja—, prométeme que nunca harás nada drástico.
Jeffrey asintió enérgicamente, recuperando el entusiasmo. —Mientras tú sigas a mi lado, no iré a ninguna parte. Me quedaré contigo para siempre. Cuando tú y Brian os caséis y tengáis hijos, jugaré con ellos sin parar. Haré aviones de papel y dibujaré con ellos. ¿Te parece bien?
Al escuchar su descripción de ese futuro imaginario, a Rachel se le atragantaron en la garganta las innumerables palabras que ansiaba expresar. —¿Jeffrey?
—Sí, ¿qué quieres decirme?
Después de varios intentos, Rachel seguía sin atreverse a expresar la cruel realidad.
—¿Alguna vez has pensado que algún día yo también envejeceré, moriré y te dejaré? Finalmente, expresó esta verdad inevitable de la manera más suave posible.
Jeffrey se mostró visiblemente conmocionado. Pasaron varios momentos antes de que pudiera responder. «No, eso no sucederá. Tú no morirás. Rachel…». Su voz se redujo a un susurro, revelando claramente su angustia.
«Qué tonto». Al final, Rachel solo pudo ofrecerle consuelo una vez más. «Solo te estaba tomando el pelo, inspirada por la película que acabamos de ver».
Después de la película, Jeffrey asistió a sus entrevistas de la tarde, pero, como era de esperar, ninguna de ellas dio resultados positivos.
El comportamiento de Jeffrey revelaba el peso del rechazo, y a Rachel se le encogió el corazón al observar que su habitual optimismo había sido sustituido por una expresión abatida.
En ese momento, no pudo evitar dirigir su frustración hacia sí misma. Su frágil salud y las limitaciones que le imponía le impedían ser el apoyo incondicional que deseaba ser.
.
.
.