El requiem de un corazón roto - Capítulo 315
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Capítulo 315:
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Rachel exhaló profundamente, esforzándose por mantener la compostura profesional; la ira no serviría de nada en ese momento. «Muy bien, lo entiendo. Por favor, facilíteme la dirección del hospital».
Con los datos de la ubicación, Rachel reunió todos los documentos pendientes que requerían la revisión y la firma de Brian y se dirigió al hospital.
Al llegar a la recepción y preguntar por su habitación, se dirigió directamente a la sala indicada. Sin embargo, se encontró con una habitación impecablemente cuidada, pero completamente vacía: las sábanas estaban cuidadosamente dobladas con las esquinas en ángulo recto, como es habitual en los hospitales, y no había ningún indicio de que alguien hubiera estado allí recientemente.
Con la paciencia cada vez más agotada, Rachel esperó un buen rato. Sin embargo, tras treinta minutos, nadie apareció.
Intentó ponerse en contacto con Brian por teléfono, pero no obtuvo respuesta. Tras tres llamadas infructuosas, se dio cuenta de que él estaba evitando deliberadamente comunicarse con ella.
Comenzó a sospechar que ya le habían dado el alta. Rachel volvió a la recepción para preguntar: «Disculpe, ¿ha sido dado de alta Brian White?».
La enfermera pareció desconcertada por un momento antes de responder: «No, no se ha tramitado su alta. Su novia lo ha acompañado a dar un paseo. Ahora mismo están en el jardín trasero del hospital».
«¡Gracias por la información!».
Rachel recogió rápidamente sus documentos y se apresuró hacia el lugar.
Bajo el calor sofocante del verano, el rápido movimiento la dejó ligeramente sin aliento. Al acercarse a la zona del jardín, identificó inmediatamente a Brian y Tracy entre los visitantes. Sin dudarlo, Rachel se dirigió hacia ellos.
«Señor White, le pido disculpas por la interrupción, pero ¿podría autorizar este documento?», solicitó Rachel, pasando rápidamente a la página de la firma e incluso quitando el capuchón del bolígrafo por si acaso. Brian se limitó a lanzar una mirada fría hacia abajo, sin hacer ningún movimiento hacia los documentos que le ofrecían.
—Sr. White… —repitió Rachel, manteniendo una actitud estrictamente profesional.
Brian permaneció inmóvil, sin extender la mano, dejando a Rachel en una incómoda situación, con el bolígrafo y el documento suspendidos entre ellos. Un profundo silencio envolvió su interacción.
Rachel lo intentó una vez más: —¿Podría…?
Finalmente, Brian se dignó a responder: —Sra. Marsh, sigo enfermo, actualmente soy un paciente, y este es mi periodo de recuperación.
Anteriormente, la noticia de su enfermedad habría provocado una preocupación y ansiedad inmediatas en Rachel. Ahora, sin embargo, esas emociones no se materializaron.
Ella le aseguró con profesionalidad: «Sr. White, solo necesita su firma. El proceso será breve y no afectará significativamente a su recuperación. Le aseguro que, una vez que haya firmado, me marcharé inmediatamente y no le molestaré más».
Rachel creía haber dejado clara su sinceridad a Brian. Sin embargo, él permanecía impasible, con la expresión tan impenetrable como siempre.
«¿Y por qué debería concederle un trato preferencial?». Su voz era fría, calculada, y cada palabra sonaba como un golpe preciso.
Rachel abrió los labios, pero se detuvo al pensar en lo que estaba a punto de decir. Durante su relación, él nunca le había dado un trato preferencial. Ahora que se habían separado, parecía aún menos probable.
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