El requiem de un corazón roto - Capítulo 306
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Capítulo 306:
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Rachel estaba segura de que, después del beso, las cosas entre ella y Norton se volverían más íntimas. Quizás eso rompería finalmente el punto muerto y llevaría su relación a un nuevo nivel. Si ese fuera el caso, se alegraría mucho por Yvonne.
La situación de Yvonne era diferente a la suya; ella y Norton eran un matrimonio. Si conseguían profundizar su vínculo con el tiempo, su futuro probablemente sería feliz y gratificante.
—Ya he llamado a Samira; vendrá a recogerme en breve —dijo Rachel.
Confiando en la fiabilidad de Samira, Yvonne no insistió más. —De acuerdo, cuídate.
—Lo haré.
Tras un breve abrazo, Yvonne se marchó con Norton.
Solo quedaron Brian, Rachel y Tracy.
—Brian, vamos, te llevo a casa —sugirió Tracy con delicadeza, rompiendo el silencio.
Rachel pareció ignorarla y siguió inmóvil.
Brian miró a Rachel con una mirada significativa.
Tracy le dio un codazo y le dijo: —Brian, vamos. He oído que va a llover en cualquier momento.
Sin decir nada, asintió y se metió en el coche.
Rachel, sin embargo, no miró ni una sola vez en su dirección.
Justo cuando el coche arrancaba, Brian bajó la ventanilla y la miró fijamente. —Rachel, ¿cuánto tiempo piensas seguir con esta farsa?
—¿Qué farsa?
La frustración que Rachel había estado conteniendo finalmente estalló. Si él quería apoyar a Tracy, era su decisión. A ella no le importaba a quién decidiera proteger.
Después de todo, ya no tenían nada que ver el uno con el otro, no era asunto suyo preocuparse. ¿Pero sacrificarla solo para defender a Tracy? Eso era pasarse de la raya.
No iba a tolerarlo más.
Brian soltó una risa burlona. —Si mal no recuerdo, Samira está de viaje de negocios. Dime, ¿ahora tiene superpoderes? ¿O de repente ha aprendido a teletransportarse para venir a recogerte?
—Eso no es asunto tuyo. Puedo valerme por mí misma.
Al final, Rachel simplemente llamó a un taxi y se fue a casa.
Cuando Eric llegó a su edificio de apartamentos, Sabrina salió del coche con él.
Caminaron en silencio por el sendero, con las tenues luces de la calle proyectando largas sombras.
Quizás fue por el juego de verdad o reto de antes, pero ninguno de los dos dijo nada.
Cuando Eric entró en el ascensor, Sabrina finalmente habló, con un tono un poco preocupado. —Eric, ¿quieres que te prepare un té de menta para la resaca? Has bebido mucho esta noche.
—No te preocupes por mí. No soy tan frágil.
«La resaca no siempre aparece de inmediato. Que ahora te encuentres bien no significa que no te arrepentirás por la mañana. Mucha gente no empieza a sentir el dolor de cabeza hasta el día siguiente», explicó Sabrina con seriedad. Cuando Eric no protestó más, entró en el ascensor sin dudarlo.
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