El requiem de un corazón roto - Capítulo 305
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Capítulo 305:
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«Por supuesto, lo has manejado a la perfección».
Con eso, quedó claro que el juego había llegado a su conclusión natural.
La puerta de la habitación aislada se abrió inesperadamente.
Asomándose al interior, apareció una chica vestida con un vestido amarillo, ligeramente desconcertada.
«¿Sabrina?», murmuró Rachel, reconociéndola al instante.
«¿Qué haces aquí?», preguntó Eric.
Al oír la voz de Eric, Sabrina se apresuró a acercarse, con voz cargada de preocupación. «Te he estado buscando por todas partes. Temía que hubieras bebido demasiado y decidieras conducir».
Riendo suavemente, el tono de Eric fue inesperadamente amable. —Tonta, ¿te has olvidado de mi trabajo? Como abogado, no me atrevería a beber y conducir.
En ese momento, Sabrina lo recordó, su preocupación había nublado momentáneamente su memoria.
Al observar la escena, Rachel experimentó una sorprendente sensación de familiaridad.
Históricamente, cada vez que Brian se entregaba al alcohol, ella se sentía llena de preocupación.
Dejaba todo y recorría cualquier distancia para llevarlo a casa y calmarlo con agua con miel.
Por eso, cada vez que él bebía en exceso, su instinto era buscarla.
Sin embargo, aquella versión de ella, tan devota y entrañablemente inocente, había desaparecido para siempre.
Ahora, Sabrina era un reflejo de su antiguo yo.
La ansiedad en sus ojos era evidente.
—¿Cómo has sabido de este lugar? —preguntó Eric.
«Lo pregunté en tu bufete y me dijeron que viniera aquí», respondió ella. «El evento acaba de terminar. Ya que has venido a llevarme a casa, ¿tienes coche?».
Sabrina negó rápidamente con la cabeza, pero añadió apresuradamente: «He contratado un servicio de chófer».
«Entendido».
Todos se prepararon para marcharse.
Al ver a Brian, Sabrina dijo alegremente mientras le daba una palmada en el hombro: «Hola, Brian, gracias por ayudar a la Sra. Marsh con su testimonio recientemente».
Una ola de sorpresa recorrió a todos los presentes.
Eric decidió que había llegado el momento de revelar la verdad.
Inclinándose, le susurró a Sabrina: «¿Sabes? En realidad, él es Brian White, el presidente del Grupo White».
La sorpresa se reflejó en el rostro de Sabrina, que balbuceó una disculpa: «Oh, señor White, lo siento mucho. Espero que no haya rencor».
«No te preocupes. La culpa es de Eric, no tuya». Brian la tranquilizó con un gesto de indiferencia.
Sabrina se mordió nerviosamente el labio, reacia a responsabilizar a Eric. Afuera, el conductor que Sabrina había contratado para Eric estaba listo, lo que les impulsó a partir antes de lo previsto.
Norton, con las manos en los bolsillos, le sugirió a Yvonne: «Deberíamos irnos también».
Sin embargo, la atención de Yvonne estaba puesta en Rachel. «Rachel, ¿por qué no vienes con nosotros? Nuestro conductor puede dejarte primero».
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