El requiem de un corazón roto - Capítulo 302
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Capítulo 302:
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Después de decir esto, Rachel miró casualmente a Yvonne. —Yvonne, ¿te parezco una tonta?
—Por supuesto que no. Si alguien tiene problemas, definitivamente no eres tú. Son algunos de estos hombres los que están realmente locos.
Ese comentario estaba claramente dirigido a alguien en particular.
Brian observó atentamente a Rachel, buscando cualquier signo de vulnerabilidad, pero no encontró nada. Ella mantenía una suave sonrisa en el rostro, sin rastro de tristeza.
«Otra ronda», dijo Brian, tratando de ocultar su frustración.
Como ganador, barajó las cartas y dejó que Norton las cortara antes de repartirlas a todos, una por una.
Esta vez, todos estaban secretamente decididos a ganar.
Norton reveló su carta primero: era un 7.
Eric le siguió con un «10», que no estaba nada mal.
«Tracy, te toca», dijo Rachel, mirándola.
Tracy esbozó una sonrisa forzada y se volvió hacia Yvonne. «¿Por qué no empiezas tú? Tengo curiosidad por ver qué tienes».
Justo cuando Yvonne iba a decir algo, su carta desapareció de repente. Norton se la había quitado de la mano. «¡Devuélvemela!».
Yvonne le lanzó una mirada furiosa, se levantó y se agarró a su ropa mientras intentaba alcanzar la carta.
Fue tan rápida que Norton ni siquiera tuvo tiempo de soltarla.
Con un sonido seco, la carta se rompió por la mitad.
Norton miró fijamente la mitad de la tarjeta que tenía en la mano. Se sentía extrañamente inocente, como si no hubiera sido su intención que sucediera nada de eso. Lo único que quería era darle una pequeña lección a Yvonne por causar problemas con Tracy. De pie a un lado, parecía un niño pillado haciendo algo malo.
—Yvonne, no era mi intención…
—Ahórrate las excusas —espetó Yvonne—. No me equivoqué cuando dije que todos los hombres están locos. Si tanto te gusta protegerla, ¿por qué no te buscas un trabajo como guardaespaldas?
Yvonne no dudó y lo enfrentó directamente.
Norton pensó que disculparse ya era un gran paso atrás para él. Al fin y al cabo, era Yvonne quien lo había estado buscando últimamente. Él le había dado la oportunidad de dar marcha atrás, pero ella no la había aprovechado. En cambio, su respuesta tajante lo dejó avergonzado e irritado.
—Yvonne, ¿te estás escuchando? Tu comportamiento no refleja el papel que deberías desempeñar como mi esposa.
Antes de que Norton pudiera terminar la frase, Yvonne, con la tarjeta rota en la mano, rompió a llorar de repente. Su voz resonó, aguda y llena de dolor.
«¡Norton, lo único que haces es regañarme!».
Norton se quedó paralizado, completamente desconcertado. En todas las discusiones que habían tenido, ella nunca había llorado así. Sus lágrimas inesperadas lo dejaron completamente desconcertado.
«Eh, Yvonne, está bien… No debería haber cogido tu tarjeta. Por favor, no…».
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