El requiem de un corazón roto - Capítulo 290
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Capítulo 290:
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Cuando terminó, las lágrimas ya le corrían por las mejillas.
Brian la miró fijamente, con expresión de incredulidad. Se dio cuenta de que, en su corazón, ella lo consideraba completamente imperdonable, una verdad que solo ahora estaba empezando a aceptar. Tartamudeó, luchando por articular sus sentimientos. Sin embargo, Rachel se secó las lágrimas con calma, con la mirada fija.
«Puede que tú no lo hayas visto así, pero ahora ya no importa. Voy a seguir adelante».
Luego se dio la vuelta y caminó lentamente por el sendero bordeado de árboles, desapareciendo en la noche. Con cada paso que daba, su figura se alejaba en la distancia. Una profunda sensación de vacío invadió a Brian mientras la observaba. Extendió la mano en un intento inútil por aferrarse a algo, a cualquier cosa. Sin embargo, solo agarró el aire vacío.
Desde aquella tarde, Rachel y Brian no se volvieron a cruzar durante bastante tiempo. Samira, que no sabía nada de la separación, lo mencionaba de vez en cuando.
—Rachel, ¿te has enterado? Tracy se comporta como si fuera la dueña del lugar. ¡Tú eras la prometida del señor White! ¿Cómo puede actuar con tanta descaro si era su futura esposa? ¡Es indignante!
Al oír la palabra «prometida», Rachel se quedó de piedra. Parecía que había pasado una eternidad desde que ese término era cierto, aunque solo habían pasado unos días.
«Samira, Brian y yo ya no estamos juntos», dijo Rachel de repente, lo que tomó por sorpresa a Samira.
Samira se quedó sin aliento, desconcertada. «Oh, lo siento, Rachel. No tenía ni idea».
—No pasa nada. ¿No siempre has dicho que hay muchos hombres buenos ahí fuera? Quizás es hora de que busque a alguien más joven y más guapo —dijo Rachel, en parte para consolar a Samira y en parte para reforzar su propia determinación.
—¡Así se habla!
—Exacto, ¿por qué conformarse con uno cuando hay tantos ahí fuera?
Cuando terminó de hablar, la puerta de la oficina se abrió de golpe.
—¿En serio? —Una voz grave, fría como el hielo, desprovista de calidez.
Brian entró, con su alta estatura dominando la habitación, mientras Tracy le seguía de cerca, sosteniendo un documento.
—Samira, ¿te importaría dejarnos un momento? —sugirió Rachel rápidamente.
Con Samira fuera de la habitación y la puerta cerrada tras ella, el corazón de Rachel latía con fuerza. La llegada inesperada de Brian la había pillado desprevenida.
—¿Estás pensando en contratar a alguien nuevo? ¿Y buscas a alguien más joven y más guapa? ¿En serio? ¿No soy suficiente después de todo este tiempo? —dijo Brian apretando los dientes.
Rachel se sonrojó e intentó cambiar de tema. —¿Qué hacéis aquí vosotros dos?
Con expresión tranquila, Tracy explicó: —Hemos venido para una inspección rutinaria. El señor White ha empezado en la primera planta.
Rachel asintió. «Ya veo. No hay por qué preocuparse; no pensé que hubiera venido solo por mí. Ya pueden irse, que la inspección ha terminado». Brian salió de la habitación con fuerza, dando un portazo que resonó en toda la casa.
Más tarde, esa noche, Rachel se sintió mal. Consiguió comer un poco antes de acostarse. Mientras se sumía en un sueño inquieto, su teléfono vibró sin cesar. Al cogerlo, vio numerosas llamadas perdidas, la mayoría de Brian. Esta vez era Yvonne quien estaba al otro lado.
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