El requiem de un corazón roto - Capítulo 282
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Capítulo 282:
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—Más tarde —dijo una empleada, mirando nerviosamente a Brian antes de salir corriendo—. Ha llegado la hermana de Juliet Mendez, que es la pareja de Holden Ellsworth. Holden no solo obligó a Rachel Marsh a arrodillarse, sino que también…
Brian la interrumpió con voz fría: —¿Qué más?
La empleada tembló y añadió: «Hizo que sus hombres la trataran con violencia, mientras Holden, cautivado por el encanto de Rachel, deseaba tenerla cerca».
En ese momento, la taza que Brian sostenía en la mano se hizo añicos. Los ocupantes de la habitación se estremecieron, con la mirada fija en el suelo y un silencio sepulcral en el ambiente. Ronald se apresuró a acercarse y comenzó a ordenar el desorden del escritorio. Solo él comprendía la profundidad de la furia de Brian.
—¿Es cierto que Holden acosó a Rachel? —La expresión de Brian era fría como el hielo y su voz estaba cargada de furia.
Los empleados, reconociendo la gravedad de la situación, confirmaron el acoso asintiendo colectivamente.
Una vez concluido el interrogatorio, Ronald los despidió. —Pueden volver a sus tareas.
—Entendido.
En cuanto salieron, la ira de Brian estalló. —Recopila toda la información relevante sobre Holden Ellsworth y convoca una reunión de la junta directiva para despedirlo. No tiene cabida en mi empresa.
Ronald asintió con la cabeza. —Por supuesto.
—Además, haz los trámites para que Juliet Méndez dimita de inmediato. Dile a Recursos Humanos que rescinda su contrato por incumplimiento y exige una indemnización.
—¿Indemnización?
Los contratos del Grupo White eran muy meticulosos en cuanto a las estipulaciones y las sanciones. Siempre que no perjudicaran los intereses de la empresa ni cruzaran una línea que no se pudiera perdonar, rara vez se aplicaba la indemnización prevista en el contrato. Según el acuerdo estándar, la sanción inicial era de 200 000 dólares. Teniendo en cuenta el puesto de Juliet, su sanción podría superar los 500 000 dólares.
Ronald creía que la sanción era dura, pero eso no era todo.
«Además, presente una denuncia policial por agresión».
Juliet se encontró sin lágrimas, abrumada por las consecuencias. Su arrogancia la había llevado a una situación sin salida. A menudo había aprovechado la conexión de su hermana con Holden para intimidar a sus subordinados, incurriendo en agresiones tanto verbales como físicas. Ahora estaba recibiendo su castigo, sin poder alegar trato injusto. Era la única responsable de su desgracia. Era imposible escapar de sus actos.
Ronald preguntó: «Sr. White, ¿qué hacemos con los demás?». Se refería a aquellos que habían agravado la situación con su presencia y su inacción.
«Despídelos», dijo Brian.
«Entendido».
«Además, necesito reunirme con todos los jefes de departamento y los directores de sucursal».
«Lo organizaré de inmediato».
En el ascensor, las empleadas respiraron hondo, con el rostro pálido. La autoridad de Brian había sido claramente intimidante. Sin embargo, conservaban sus puestos.
Ser despedidas del Grupo White haría muy improbable que consiguieran un empleo similar en otra parte de la ciudad.
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