El requiem de un corazón roto - Capítulo 1175
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Capítulo 1175:
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Margie le dirigió una mirada agradecida y logró alcanzar al resto. Aunque avanzaban con todas sus fuerzas, la furia de la tormenta pronto los superó.
En medio de la tormenta de nieve, la visibilidad se redujo casi a cero mientras el viento rugía con fuerza implacable.
Desesperados, revisaron sus teléfonos: todas las pantallas estaban en blanco, sin señal. Aislados de toda comunicación, la única opción era confiar en el guía y esperar que los llevara a un lugar seguro.
Pero a medida que la tormenta se intensificaba, el camino se difuminó en un vacío blanco y cundió la confusión.
Yvonne gritó a sus compañeros, con la voz que le salía con dificultad por el viento: «¡Coged las manos para no separarnos!».
Pero el viento aullaba con tanta violencia que le arrebató las palabras y las esparció en el corazón de la tormenta.
El equipo siguió adelante, animándose unos a otros mientras luchaban contra el implacable ataque de la ventisca.
Un terreno inestable cedió bajo los pies de Yvonne, que cayó con fuerza sobre la nieve.
«¡Margie!», gritó, pero su voz se desvaneció, tragada por la ventisca. Abrumada, apretó los ojos con fuerza. Todo golpeaba a la vez, como una tormenta que se negaba a amainar.
Se levantó y avanzó a trompicones, tratando de localizar a su equipo, solo para descubrir que la tormenta los había engullido por completo.
Se abrazó con fuerza, sintiendo el frío penetrar hasta los huesos.
Mientras tanto, el resto del equipo, siguiendo paso a paso al guía, finalmente escapó del corazón de la tormenta.
Una vez reunidos, se dieron cuenta de la cruda realidad: Yvonne había desaparecido. Margie se quedó pálida. El pánico se apoderó de ella y corrió a ponerse en contacto con el cuartel general para informar de la situación.
La noticia llegó rápidamente a Ethan. El arrepentimiento se dibujó en su rostro mientras reservaba el primer vuelo a la montaña.
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En ese mismo momento, el equipo de Norton, al enterarse de la desaparición de Yvonne, le transmitió inmediatamente la noticia.
El mensaje llegó justo cuando Norton se encontraba en medio de una conferencia internacional. Desde que Yvonne había partido para la misión, había mantenido activas las notificaciones de su teléfono.
Una breve chispa de esperanza cruzó sus ojos cuando la pantalla se iluminó, hasta que leyó el contenido. Apretó el teléfono con fuerza antes de ponerse de pie de un salto. Al otro lado de la videollamada, los agentes extranjeros intercambiaron miradas confusas ante su movimiento brusco y lo llamaron.
Norton apretó los puños y cerró los ojos, con las emociones colisionando bajo su aparente calma.
—Disculpen. Es urgente —dijo con brusquedad, cerrando de golpe el portátil.
Leif se levantó alarmado y se interpuso en su camino. —Señor Burke, esta reunión es vital.
—Yvonne es más importante —interrumpió Norton con frialdad—. Resérvame un vuelo.
Esa misma noche, aterrizó en la región nevada y, sin perder tiempo, envió equipos de búsqueda por todo el terreno. Pero no encontraron rastro alguno de ella. El descanso le era imposible: cada momento estaba teñido de temor.
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