El requiem de un corazón roto - Capítulo 1171
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Capítulo 1171:
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Las lágrimas de Shelly se derramaron, mientras se retorcía las manos.
«¡Tienes que ayudarme! ¡Perdóname, por favor, por los viejos tiempos!».
Ella lo miró fijamente, con la voz entrecortada.
«Sé que la he fastidiado. Te juro que no volveré a hacerlo. He perdido todos mis contratos, ¡no puedo sobrevivir sin ellos! Ya sabes lo importante que es la reputación para las modelos. Dame otra oportunidad…».
La mirada de Norton era implacable, fría como la piedra en invierno.
«Ya te lo advertí, Shelly. Si vuelves a meterte con Yvonne, si le haces daño de cualquier forma, no lo dejaré pasar. Este lío es culpa tuya. Suplicar no cambiará nada».
La mente de Norton se agitaba con los recuerdos del dolor de Yvonne, las noches de insomnio que había pasado por culpa de las intrigas de Shelly. El castigo era demasiado leve.
Hizo un gesto a los sirvientes.
—Llevá a esta mujer fuera.
Los sirvientes se movieron con rapidez, guiando a Shelly, que sollozaba, hacia la puerta.
Yvonne mantuvo la mirada fija en la televisión, pero sus oídos captaron cada palabra. Se le cortó la respiración cuando las duras palabras de Norton a Shelly cortaron el aire. La sorpresa la dejó clavada en el sitio.
Se había preparado para que Norton volviera a ceder, para que difuminara los límites entre el bien y el mal con su habitual intromisión bondadosa. Sin embargo, esta vez, su voz tenía un tono firme y su razonamiento era inquebrantable.
Una sensación de calor floreció en su pecho, y la gratitud se extendió hasta curvar sus labios en una suave sonrisa.
La mirada de Norton se suavizó al captar su expresión. Con una risita, extendió la mano y le revolvió el pelo con un gesto juguetón y familiar.
—¿Qué te hace sonreír así?
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Los labios de Yvonne esbozaron una sonrisa pícara y burlona.
—¿El giro argumental de este episodio? Absolutamente delicioso.
Sus palabras bailaban con picardía mientras dejaba que su mano se deslizara hacia la de él, rozando ligeramente sus nudillos con los dedos.
Él se dio cuenta, por supuesto que sí. Cerró la mano alrededor de la de ella, entrelazando sus dedos con una naturalidad que parecía habitual.
Su sonrisa se amplió y, con un rápido movimiento, la atrajo hacia sí. Su aliento le hizo cosquillas en la oreja mientras murmuraba:
«Si te tiene tan enganchada, no dejes de verlo».
Yvonne se acurrucó más cerca, rozando su hombro con la cabeza.
Tras un momento de silencio, se apartó lo justo para mirarlo a los ojos.
«¿Y si mañana vuelvo al trabajo?».
Norton frunció el ceño y una sombra de preocupación se dibujó en su rostro.
—¿Mañana?
Al percibir su vacilación, ella insistió con tono firme pero tranquilizador.
—Me cuidaré yo sola. Gracias a que me has cuidado como una madre gallina, he vuelto a ser yo misma.
Inclinó la cabeza, con los ojos brillantes de determinación.
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