El requiem de un corazón roto - Capítulo 1170
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Capítulo 1170:
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Leif cambió el peso de su cuerpo, rozando con los dedos el borde de su chaqueta.
—Shelly envió a alguien para atraer a la señora Burke a la sala privada de Alexis y Jillian. Luego filtró el escándalo a la prensa, haciendo que pareciera que la señora Burke había revelado a propósito la aventura de Alexis.
El disgusto se apoderó del pecho de Yvonne. Shelly siempre había sido una serpiente. Nunca había confiado en esa mujer.
Aun así, Yvonne volvió a fijar la mirada en la televisión, fingiendo que las noticias no le dolían. Norton siempre había sido indulgente con Shelly, dejándola escapar ilesa. ¿Por qué iba a ser diferente esta vez?
Norton escuchaba en silencio, con expresión impenetrable.
Los ojos de Leif se movían rápidamente entre él y Yvonne, con los nervios a flor de piel.
Por fin, Norton se inclinó hacia delante, con voz baja y cortante.
—Revela todos y cada uno de los planes de Shelly al público. Sin reservas.
Leif parpadeó, sorprendido, pero Norton siguió adelante, apretando los dedos contra el reposabrazos.
—Ordenó a Heidi que incriminara a Yvonne, incitó a Malvina a difundir mentiras y no mostró ningún remordimiento. Incluso engañó a los Gibson para hacer daño a Yvonne.
Una vena latía en la sien de Norton mientras se la frotaba, apretando los dientes.
—Da a conocer sus vergonzosos actos a todo el mundo —dijo con un tono tan gélido que heló la habitación.
Leif asintió, ya redactando mentalmente las órdenes.
Yvonne giró bruscamente la cabeza hacia Norton, con los ojos muy abiertos. Se había preparado para otra reprimenda a medias, tal vez una advertencia que Shelly ignoraría. La indulgencia de Norton…
Hacia esa mujer siempre la había desconcertado, como ver a alguien acariciar una víbora. ¿De verdad iba a tomar medidas esta vez?
Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, aunque se preguntó si era solo para aparentar.
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En dos días, internet se llenó de revelaciones condenatorias sobre Shelly. Ningún equipo de relaciones públicas intervino para enterrar las historias. Las redes sociales bullían de indignación, destrozando su reputación.
Yvonne se desplazó por las publicaciones, con una fría diversión titilando en su pecho. Probablemente Shelly se estaría tirando de los pelos.
Unos días más tarde, unos golpes frenéticos rompieron el silencio de la casa de Norton. La voz de Shelly, aguda y empapada en lágrimas, atravesó la puerta.
«¡Por favor, ayúdame! ¡Te lo suplico!».
Yvonne se levantó del sofá, con los labios temblando de picardía. Abrió la puerta de un golpe y Shelly entró como una exhalación, con los ojos desorbitados, buscando a Norton.
Yvonne se apoyó contra la pared, con los brazos cruzados, saboreando el caos.
«¿Dónde está Norton?», exigió Shelly, con la mirada llena de rencor al posarse en Yvonne.
Yvonne se encogió de hombros, ampliando su sonrisa burlona. Se dejó caer en el sofá y subió un poco el volumen de la televisión.
Shelly se mordió el labio, que le temblaba, y alzó la voz.
—¡Norton! ¡Por favor!
Unos pasos pesados anunciaron la llegada de Norton. Bajó las escaleras con el rostro como una máscara de hielo. Se dejó caer en el sofá junto a Yvonne, con tono seco.
—¿Qué pasa aquí?
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