El requiem de un corazón roto - Capítulo 1168
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Capítulo 1168:
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Los dedos de Yvonne se congelaron sobre el teléfono, y su corazón se hundió mientras miraba la pantalla. La fecha de vencimiento del préstamo la miraba fijamente, con varios días de retraso.
El pánico se apoderó de ella. El viaje con Norton —las playas, las risas, la escapada fugaz— la había alejado tanto de sus problemas que se había olvidado por completo de sus deudas.
La ausencia de cobradores en su puerta durante las últimas semanas la desconcertaba.
Un golpe seco en la puerta interrumpió sus pensamientos. Cuando la abrió, Norton estaba allí, con un vaso de leche en la mano.
—Toma, bebe esto —dijo, pasando a su lado con paso despreocupado.
Yvonne esbozó una leve sonrisa. Cogió el vaso y se sentó a la mesa. Por un momento, apartó sus miedos a un rincón de su mente.
Norton se apoyó en la encimera y la observó con intensa tranquilidad. Cuando ella terminó de beber la leche, él ladeó la cabeza y esbozó una sonrisa.
—Esa es mi mujer —murmuró con voz baja y cálida.
Yvonne sintió que le subían los colores a las mejillas. No estaba acostumbrada a ver ese lado de él.
Sus dedos jugueteaban con el borde del tazón y ella bajó la cabeza, murmurando un tímido «Buenas noches». Se dirigió a su habitación con paso vacilante, con el corazón en una extraña mezcla de nerviosismo y cariño. Al dejarse caer sobre la cama, decidió volver pronto al trabajo.
Pero el sueño la traicionó. En lo más profundo de sus sueños, las sombras de su pasado la rodeaban.
Estaba sentada en una sala de estar a oscuras, con el aire cargado de terror. Los golpes en la puerta resonaban como un tambor en su cabeza.
Las caras se materializaron a través de la madera: cobradores de deudas con rostros sombríos y ojos hundidos, cuyas voces entonaban un canto escalofriante. «¿Por qué no nos has pagado? ¿Por qué no nos has pagado?».
Sus manos se extendieron hacia ella, dedos fríos rozándole la garganta…
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Yvonne frunció el ceño en sueños y tensó el cuerpo mientras luchaba contra los espectros de su mente.
En la quietud de la noche, Norton se deslizó en su habitación, como parte de su ritual nocturno para ver cómo estaba.
Al ver su expresión angustiada, se detuvo en seco. Se arrodilló junto a la cama y posó la mano sobre su hombro.
Su contacto pareció llegar hasta ella, y la tensión de su rostro se relajó, liberándola del abrazo de la pesadilla.
Por la mañana, la sombra del sueño aún persistía.
Yvonne se sentó a la mesa, dudando mientras buscaba el momento adecuado para pedirle ayuda a Norton con sus deudas.
Antes de que pudiera hablar, su teléfono vibró y una serie de notificaciones iluminaron la pantalla. Frunció el ceño, desconcertada.
Sus compañeros habían estado en silencio durante su ausencia, así que ¿quién podía ser?
Desbloqueó el teléfono y echó un vistazo a los mensajes, conteniendo el aliento.
El primero decía: «Le estamos muy agradecidos por haber conseguido que el Sr. Burke liquidara nuestros préstamos. Nos ha sacado de un apuro. Lamentamos nuestro comportamiento, la desesperación pudo más que nosotros. Por favor, acepte nuestras disculpas. Y gracias de nuevo por el pago del Sr. Burke, que ha cubierto nuestro déficit».
Otro mensaje decía: «Sabía que era alguien en quien podíamos confiar. Gracias a usted y al Sr. Burke. Les deseamos a ambos una vida llena de felicidad».
Los mensajes se sucedían, todos ellos procedentes de los números que en su día habían sumido a Yvonne en el pánico.
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