El requiem de un corazón roto - Capítulo 1149
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Capítulo 1149:
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Los ojos de Shelly se entrecerraron cuando Yvonne se levantó. Sin decir palabra, se deslizó de su asiento y siguió a su rival como una sombra.
En el baño, Yvonne se paró frente a un espejo dorado y se retocó el pintalabios con mano firme.
La puerta se abrió de golpe y apareció el reflejo de Shelly, con el rostro envuelto en una tormenta de envidia.
—¿Qué le has hecho? —espetó Shelly con voz afilada como cristales rotos—. ¿Qué truco has utilizado para que Norton te trajera a un sitio como este?
Yvonne se detuvo, esbozando una sonrisa irónica. Se tapó los labios con el pintalabios y se volvió hacia Shelly con fría compostura.
—Señorita Tucker, qué pregunta tan curiosa. Si mi marido no me lleva a este tipo de eventos, ¿a quién iba a llevar? ¿A usted?
Sus ojos recorrieron a Shelly, deteniéndose lo suficiente como para herirla. Una risa suave y burlona se escapó de sus labios.
Shelly se enfureció y se sonrojó como si le hubieran dado una bofetada. —Sea cual sea el juego al que estés jugando, no durará. Al final, Norton estará conmigo.
La mirada de Yvonne se volvió gélida. —Guárdate tus discursos para él. Me ha llevado a innumerables galas, me ha presentado a su mundo como su esposa. ¿Y tú? —Se acercó, con voz cortante—. ¿Qué eres para él?
Cogió el bolso y asestó el golpe final. —Una triste sombra que persigue lo que nunca tendrás. —Se dio la vuelta y salió con paso firme, haciendo sonar los tacones.
Shelly se quedó paralizada, con el pecho agitado y el rostro teñido de furia.
La revelación la golpeó como una puñalada en el pecho: Norton había presumido de Yvonne en galas, llamándola orgullosamente su esposa.
La palabra «esposa» resonaba en su mente, aguda y cruel. Había estado tan cerca de conquistar el corazón de Norton, a punto de alcanzar la victoria. Ahora, Yvonne se lo había robado todo.
«Esa mujer lo arruina todo», murmuró Shelly con malicia, clavándose las uñas en las palmas mientras permanecía inmóvil frente al espejo. La venganza hervía en sus venas, una promesa de hacer pagar a Yvonne.
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Con esfuerzo, abrió los puños y suavizó su expresión. Volvió a su asiento, el susurro de su vestido de seda mezclándose con el murmullo de la multitud.
La voz del subastador interrumpió sus pensamientos, anunciando los pendientes de jade que Stewart le había prometido. Su brillo esmeralda captó la luz y Stewart, siempre dispuesto a complacer, levantó la paleta con un gesto de confianza.
Shelly le recompensó con una sonrisa melosa, suavizando la mirada con gratitud fingida.
«Cinco millones, a la una. Cinco millones, a las dos…».
El martillo del subastador se detuvo, listo para sellar la puja. Entonces, la mirada de Shelly se posó en Yvonne, al otro lado de la sala. La delicada mano de Yvonne señaló los pendientes y sus labios esbozaron una sonrisa casual mientras se inclinaba hacia Norton.
Sin dudarlo, Norton levantó la paleta y su puja eclipsó todas las demás.
La sala se llenó de murmullos y la mano de Stewart cayó sin fuerzas.
«Lo siento, cariño», dijo Stewart, con las palmas hacia arriba en señal de derrota fingida y una sonrisa avergonzada en el rostro. «Es Norton Burke. No puedo competir con él».
La sonrisa de Shelly permaneció fija, tan elegante como siempre. —Lo entiendo —respondió con voz melosa. Pero al inclinar la cabeza hacia abajo, el veneno recorrió sus pensamientos. Él afirmaba que no podía desafiar a Norton, pero seguía coqueteando con ella, la futura esposa de Norton.
El disgusto se apoderó de ella, pero lo tragó, dirigiendo la mirada hacia la espalda de Yvonne. ¿Acaso esa mujer tenía que arrebatarle todo lo que deseaba?
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