El requiem de un corazón roto - Capítulo 1147
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Capítulo 1147:
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Solo cuando Heidi se asomó a su cama, Shelly levantó la vista, con la voz temblorosa por el miedo aprendido. «¿Cómo… cómo has entrado aquí?».
La oscura risa de Heidi llenó la habitación mientras hacía girar el cuchillo, cuya hoja brillaba. «Shelly, esto es lo que te pasa por traicionarme. Tú te lo has buscado».
Sus palabras rezumaban veneno, sus ojos ardían con furia justificada. Pero la expresión de Shelly cambió: su miedo se fundió en una calma inquietante. Miró a Heidi a los ojos, sin pestañear.
Heidi sintió que algo iba mal, su confianza se tambaleó. La vacilación se apoderó de sus miembros y apretó los dedos alrededor del cuchillo mientras pensaba en su siguiente movimiento.
Antes de que pudiera actuar, Shelly dio dos palmadas, rápidas y deliberadas.
La luz inundó la habitación, cegadora por su intensidad.
En un instante, un enjambre de policías salió de las sombras, con sus botas resonando contra el suelo. Heidi contuvo el aliento cuando la rodearon, con movimientos rápidos e implacables.
Unas manos fuertes la inmovilizaron contra el suelo y el cuchillo se le cayó de las manos con un ruido metálico.
—¡Me has tendido una trampa! —gruñó Heidi, retorciéndose entre los brazos de los agentes. Clavó los ojos en Shelly, que estaba sentada serenamente en la cama.
—¡Mujer vil y manipuladora!
El rostro de Shelly se contrajo en una máscara de miedo y su voz temblaba al dirigirse a los agentes. —Gracias por ayudarme. Lleva mucho tiempo amenazándome y aterrorizándome.
Las lágrimas brotaron de sus ojos, su actuación era impecable. Los agentes murmuraron palabras de consuelo antes de llevarse a Heidi, cuyos insultos resonaban en el pasillo.
Solo cuando la habitación quedó en silencio, la máscara de Shelly se deslizó. Una sonrisa triunfante se extendió por su rostro, afilada y satisfecha.
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Lucy, que había observado toda la escena desde un rincón, miró a Shelly con admiración y los ojos muy abiertos. «Shelly, siempre sabes exactamente qué hacer».
La risa de Shelly fue suave pero mordaz. «¿Heidi? No es nada, ha caído directamente en mi trampa».
Después de un momento, se volvió hacia Lucy, con tono seco. —Mañana llama a un abogado. Hay que ocuparse de las amenazas de Heidi y de su invasión de mi privacidad, y con severidad.
Lucy asintió, con los dedos ya anotando la tarea.
La noticia de la caída de Heidi llegó a Yvonne a través de Norton.
Una punzada de dolor le oprimía el pecho. Cuando Yvonne había entrado en este mundo, Heidi le había brindado una amabilidad poco habitual, un faro en el caos de los nuevos comienzos. Sin embargo, un paso en falso había desencadenado una cascada de errores que habían arrastrado a Heidi a las sombras.
Con un profundo suspiro, Yvonne se hundió en los mullidos cojines del sofá, pasando los dedos por el borde de una bandeja de fruta. —Si Shelly no se hubiera entrometido —murmuró—, Heidi podría seguir aquí, riendo, con el espíritu intacto.
Norton, sentado frente a ella, captó la nube que se cernía sobre sus ojos. Extendió la mano y le acarició el pelo con una delicadeza que le resultó extraña.
—Pareces necesitar un cambio de aires —dijo en voz baja y persuasiva—. Esta noche hay una subasta. Ven conmigo.
Se inclinó hacia ella, estudiando su rostro con una mirada aguda como la de un halcón.
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