El requiem de un corazón roto - Capítulo 1139
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Capítulo 1139:
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Yvonne volvió bruscamente al presente, consciente de lo mucho que había cambiado últimamente. Fuera del trabajo, apenas se separaba de ella. Incluso ahora, había insistido en acompañarla de compras.
Sin decir nada más, Norton salió primero, abrió la puerta del coche y le ofreció la mano.
Los labios de Yvonne esbozaron una leve sonrisa. Desde que aquel día había aflorado su celosía, se había vuelto notablemente más tierno y atento. Y, a decir verdad, a ella le gustaba más de lo que quería admitir.
Al salir del coche, ella le tomó la mano sin dudarlo.
Norton le devolvió el gesto con un suave apretón, y la tensión de su rostro se relajó. Aun así, sus ojos barrían los alrededores, atentos a cualquier cosa —o persona— que estuviera fuera de lugar.
A poca distancia, Heidi pasaba por allí fingiendo indiferencia. Su último intento de manchar el nombre de Yvonne había fracasado inexplicablemente. Ahora necesitaba un nuevo enfoque.
Llevaba días siguiendo a Yvonne, esperando capturar fotos comprometedoras de ella con el hombre a su lado. Sin embargo, cuanto más lo observaba, más le resultaba familiar el rostro del hombre.
No fue hasta que investigó sus antecedentes que la verdad la golpeó con fuerza. Ese hombre era Norton Burke.
Ante la revelación, Heidi apretó la mandíbula. Shelly, engañosa y manipuladora, la había tendido una trampa, enviándola tras Yvonne sin revelarle que esta tenía una relación con Norton.
Esa mezquina estratagema le había costado el trabajo a Heidi.
Cualquiera con dos dedos de frente podía ver que Norton se preocupaba de verdad por Yvonne. Ahora, paralizada por el miedo a lo que Norton pudiera hacer, Heidi continuó su vigilancia con mayor cuidado, esperando finalmente captar algo que valiera la pena. Pero la foto perfecta siempre se le había escapado, hasta hoy. Había conseguido seguirlos hasta el centro comercial.
Disimulada con un uniforme de conserje, se acercó sigilosamente a ellos, fingiendo limpiar mientras se inclinaba para escuchar fragmentos de su conversación y echarles miradas furtivas.
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«Lo que quieras, es tuyo. Yo lo pago todo», dijo Norton, observando el entusiasmo burbujeante de Yvonne con un cariño inconfundible.
Últimamente, los problemas laborales y de salud le habían consumido todo su tiempo, por lo que Yvonne no había podido disfrutar de algo tan sencillo como ir de compras. Por eso, la salida de hoy le parecía un regalo. Las palabras de Norton no hicieron más que animarla aún más.
«¿En serio? ¡Eres increíble!», dijo ella, agarrándole el brazo con entusiasmo.
«¿Cuándo te he tratado peor?», bromeó él, pellizcándole la mejilla juguetonamente y acercándose para susurrarle al oído.
Ella se apartó de su aliento, nerviosa. «Para, que nos están mirando».
Norton soltó una risita. —¿Por qué me iba a importar quién nos mira cuando estoy hablando con mi mujer?
Sus mejillas se sonrojaron. Miró a su alrededor y solo se relajó cuando vio que nadie les prestaba atención.
—Tu imagen pública necesita un poco de atención —murmuró ella, tratando de parecer serena a pesar de su evidente vergüenza.
Norton no pudo resistirse a lo irresistiblemente adorable que la hacía parecer su reacción.
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