El requiem de un corazón roto - Capítulo 1133
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1133:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Pero Norton no parecía nervioso. Tras un momento, cerró el archivo que estaba revisando. «Ve allí. Espera fuera del edificio. Confío en que ella pueda manejar esto sola».
Pensó en los ojos penetrantes de Yvonne, en cómo nunca se echaba atrás ante un reto. Una pequeña sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. «Si realmente no puede manejarlo, entonces interviene usted».
Leif asintió y se marchó inmediatamente, dirigiéndose al edificio de la revista Stylist.
De vuelta en Stylist, la reunión del departamento estaba terminando. Morse parecía satisfecho al recibir el último informe. Pronunció sus palabras de cierre con unos gestos de aprobación, claramente satisfecho con el rendimiento del equipo.
A medida que la reunión llegaba a su fin, la tensión en la sala comenzó a disminuir. Por fin, casi había terminado.
En ese momento, Malvina se levantó de repente. «Sr. Griffin, tengo algo que informar», dijo en voz alta.
La sala se quedó en silencio. Todos se volvieron para mirarla, sorprendidos por la repentina interrupción. Morse se detuvo a mitad de la frase. «Adelante», dijo.
«Quiero denunciar a Yvonne Jiménez por malversación de fondos de la empresa».
Se escucharon exclamaciones de sorpresa en toda la sala. Todas las miradas se dirigieron hacia Yvonne. Malvina le lanzó una mirada triunfante, esperando claramente ver pánico o al menos algún signo de culpa. Pero Yvonne ni siquiera se inmutó. Miró a Malvina con calma y le dedicó una sonrisa cortés, sin mostrar ningún signo de nerviosismo.
Malvina chasqueó la lengua y se dio la vuelta con desdén. Estaba convencida de que esta vez por fin destruiría la carrera de Yvonne.
El rostro de Morse se puso serio. La sala se llenó de murmullos.
—Yvonne —dijo Morse, cortando el ruido—, ¿tienes algo que decir?
Yvonne no respondió de inmediato. En cambio, se volvió hacia Malvina. —Me estás acusando de malversación —dijo con voz tranquila—. ¿Tienes alguna prueba?
𝑆𝒾𝑔𝓊𝑒 𝓁𝑒𝓎𝑒𝓃𝒹𝑜 𝑒𝓃 ɴσνєℓα𝓼4ƒα𝓷.ç0𝓂 con contenido nuevo
Malvina sonrió con desdén. —No puedes ocultar la verdad para siempre. Transferiste fondos de la empresa a tu cuenta personal. El Departamento de Finanzas puede confirmarlo con una sola comprobación.
Se quedó allí, segura y satisfecha.
Yvonne asintió levemente. «¿Es eso cierto?».
Sin prisas, buscó debajo de sus notas, sacó dos carpetas y le entregó una a Morse y la otra al jefe de Finanzas. «Por favor, echad un vistazo», dijo con calma.
Malvina sonrió burlonamente, confundiendo la compostura de Yvonne con desesperación. Pero esa suficiencia no duró mucho.
Mientras Morse hojeaba las páginas, su expresión se ensombreció.
—Malvina —dijo con voz baja y fría—, esta empresa ha confiado en ti durante años. ¿Y así es como nos lo pagas? ¿Inculpando a una compañera, igual que hizo Heidi Fuller?
La confianza de Malvina se hizo añicos. Se puso pálida.
—No, espera. ¡Te equivocas! ¡Yvonne está engañando a todo el mundo! ¡Yo digo la verdad!
Yvonne soltó una risita. «¿No acabas de decir que no puedo ocultar la verdad para siempre? Es hora de reconsiderar esas palabras».
Cogió un mando a distancia, se giró hacia la gran pantalla que había detrás de ellos y pulsó «play». Las imágenes de las cámaras de seguridad llenaron la sala: Malvina y Heidi entrando a escondidas en la oficina, rebuscando en el ordenador de Yvonne y sonriendo como si fueran las dueñas del lugar.
.
.
.