El requiem de un corazón roto - Capítulo 1111
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Capítulo 1111:
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Los labios de Norton se crisparon, con un destello de diversión en los ojos, aunque su expresión permaneció impasible.
Shelly, que lo observaba acercarse, sonrió con aire burlón, cruzando los brazos como si esperara que el plan de Yvonne se desmoronara.
Pero la sonrisa de Yvonne solo se amplió, con los ojos brillando con picardía. Se acercó a Norton, rozándole la manga con los dedos antes de deslizar los brazos alrededor de su cuello.
Poniéndose de puntillas, presionó sus labios contra los de él, en un beso atrevido y sin remordimientos. La mano de Norton encontró su cintura, con un toque firme y cálido, y por un momento, la habitación se desvaneció.
Con el rabillo del ojo, vio la furia que se dibujaba en el rostro de Shelly y sonrió contra los labios de Yvonne.
Profundizó el beso, apretando los dedos, pero Yvonne, intuyendo su intención, se apartó con una suave risa, con las mejillas sonrojadas. Sin embargo, permaneció acurrucada en su abrazo, con el brazo de él como un tranquilo ancla alrededor de su cintura.
Se apoyó en su hombro y le susurró con voz juguetona: —Señorita Shelly Tucker, quizá debería ocuparse de sus propios asuntos. Mi marido y yo estamos muy bien. Sus palabras tenían un sutil tono punzante y su sonrisa desafiaba a Shelly a responder.
La mirada de Norton se oscureció al posarse en Shelly, que permanecía inmóvil, con la copa de champán temblando entre sus dedos.
La suficiencia había desaparecido de su rostro, sustituida por una sonrisa forzada y frágil. Sin decir una palabra, dio media vuelta y se alejó apresuradamente, con los tacones resonando contra el suelo de mármol, su bravuconería anterior desmoronándose. Los invitados que la rodeaban intercambiaron miradas, sus susurros zumbando como estática.
Esperaban un escándalo, un secreto revelado. En cambio, el intento de Shelly de provocar a Yvonne había fracasado estrepitosamente, dejándola humillada ante la inquebrantable confianza de Yvonne.
Una emoción secreta recorrió a Yvonne al captar los murmullos que se propagaban por el salón de banquetes, acompañados de miradas de reojo dirigidas a Shelly.
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La impecable reputación de Shelly en el mundo de las revistas, tan cuidadosamente pulida, seguramente se resquebrajará tras el espectáculo de esta noche.
A medida que la velada llegaba a su fin, las lámparas de araña se atenuaron y los invitados se dirigieron hacia las salidas.
Norton apretó la mano de Yvonne con fuerza, con los dedos cálidos e inflexibles. La guió a través de la multitud, que se iba dispersando, y con sus largas zancadas se abrió paso con determinación hacia las grandes puertas del recinto.
Los tacones de Yvonne repiqueteaban de forma irregular contra el suelo de mármol, y su equilibrio se tambaleaba mientras luchaba por seguir su ritmo.
—Norton, tranquilo —murmuró ella, rozando su manga con los dedos y tirando suavemente de ella.
Él volvió la mirada hacia ella, con la mandíbula apretada y los ojos impenetrables. Sin decir palabra, se detuvo bruscamente, se inclinó y la tomó en sus brazos.
El movimiento repentino le robó el aliento.
—¡Oh! —exclamó Yvonne, abriendo los ojos como platos mientras lo miraba, con las manos agarrándole instintivamente los hombros.
La expresión de Norton seguía siendo una máscara cautelosa, su silencio era pesado mientras la llevaba hacia el coche que esperaba con pasos decididos.
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