El requiem de un corazón roto - Capítulo 1091
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Capítulo 1091:
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Ella preguntó: «En medio de la guerra, ¿dónde encuentras esperanza?».
Una chispa se encendió en su mirada. Hizo una pausa y luego se abrió. Y una vez que comenzó, fue como si se hubieran abierto las compuertas.
Atrás quedaron las respuestas monosilábicas. Ahora sus palabras tenían peso, cada respuesta era reflexiva y rica en detalles.
Al verlo hablar, Yvonne se alegró de haber venido tan bien preparada. Su investigación previa había dado sus frutos: lo guió a la perfección a lo largo de la entrevista, volviendo con delicadeza a los puntos clave sin romper nunca el hilo.
Los minutos se convirtieron en instantes y, en poco tiempo, se acabó el tiempo. Pero Frank no daba señales de querer parar. Mientras hablaba del sufrimiento de la gente común en tiempos de guerra, su voz se quebró y sus ojos se llenaron de lágrimas.
La sala pareció contener la respiración. Un suave golpe interrumpió el ambiente. Erin entró.
«Señor Lee, la siguiente cita está esperando», le recordó con delicadeza.
Yvonne echó un vistazo a las preguntas que le quedaban, con una expresión de decepción en el rostro. Aún quedaba mucho por decir. Aun así, Frank les había dado más de lo que ella se había atrevido a esperar: ideas poco comunes, expresadas desde el corazón.
Para su sorpresa, Frank hizo un gesto con la mano para que se marchara. —Diles que esperen. No he terminado con estas dos brillantes damas.
Erin, tomada por sorpresa, dudó, pero luego asintió y salió.
El corazón de Yvonne se aceleró. Intercambió una mirada con Margie, sin necesidad de palabras. Se sumergieron de nuevo en la entrevista con energía renovada, saboreando cada segundo de esta prolongación inesperada.
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Pronto, la conversación llegó a su fin natural. Frank observó a Yvonne, con una expresión ahora más suave, más reflexiva.
—La mayoría de los que vienen aquí solo están interesados en aumentar su propia fama. No les importa mi pasado, solo quieren frases impactantes. —Hizo una pausa y añadió con una leve sonrisa—: Pero ustedes han venido preparadas. Les importa. Lo admiro.
Yvonne esbozó una sonrisa tranquila y modesta, con el pensamiento en Norton. Su influencia la había guiado en cada paso.
Una vez concluida la entrevista, Frank se marchó para atender otros compromisos y las dos mujeres salieron del estudio al aire libre y a las bulliciosas calles. La vida en Smouburg se desarrollaba a su alrededor, vibrante y despreocupada.
«¡Yvonne, ha sido increíble!», exclamó Margie con una sonrisa radiante, agarrándola del brazo y estrechándoselo en señal de celebración. «Lo has clavado, ¡ni siquiera Frank ha podido resistirse a tu encanto!».
Yvonne se rió y se soltó suavemente. —Formamos un buen equipo, eso es seguro.
—Oh, por favor, eres demasiado modesta —dijo Margie con un suspiro dramático—. Estaba aterrorizada de que cancelara. ¡Ya viste cómo nos miró cuando entramos!
—Pero no lo hizo —respondió Yvonne con sencillez, contemplando el paisaje local con ojos nuevos. El peso de la expectación se había disipado, dejándola libre para admirar los pequeños detalles: las calles empedradas, el murmullo de los vendedores, el aroma crujiente de los frutos secos tostados que flotaba en el aire desde un puesto cercano.
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