El requiem de un corazón roto - Capítulo 1033
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Capítulo 1033:
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Lo que no vio fue a Shelly, que ya los observaba desde la distancia. Su ira aumentó cuando sus ojos se fijaron en la pareja que cruzaba el puente. Sabía que una de ellas era Yvonne.
No apartó la mirada. Esa figura familiar confirmó sus sospechas. Agarrando con fuerza su bolso, Shelly cruzó el jardín.
—Vaya, mira quién es —dijo con desdén—. Yvonne, la que se sale con la suya siempre. Su tono era cortante, con un deje de falsa dulzura.
Yvonne se dio la vuelta, pero antes de que pudiera hablar, Margie dio un paso adelante. —¡No digas tonterías!
Su voz temblaba al reconocerla. —Espera, ¿Shelly? ¿Eres Shelly Tucker?
Shelly la ignoró y se centró en Yvonne. —Dime, ¿cómo has conseguido entrar?
Margie palideció. La pregunta le había dado en el clavo.
Shelly vio la reacción y presionó aún más. —No es precisamente este tipo de sitios donde deberías estar.
Le lanzó una mirada fulminante. —Necesité la invitación de Norton solo para pasar la puerta. ¿Qué hiciste tú para entrar?
Yvonne no respondió. Pasó junto a Shelly sin mirarla y tiró de Margie.
«¡No te alejes de mí!», gritó Shelly, herida en su orgullo por el silencio de Yvonne.
Yvonne no se volvió. Shelly agarró una taza de café de la mesa cercana y la lanzó.
No dio en Yvonne, sino que golpeó a Margie en el hombro.
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Margie gritó y tropezó al sentir un dolor agudo. Soltó la mano de Yvonne y se presionó el brazo con una mano.
La taza se hizo añicos a sus pies con un fuerte estruendo. Yvonne se volvió bruscamente, con el rostro desencajado por la furia.
—Estaba dispuesta a olvidarlo, Shelly. Había cerrado el pasado. ¡Pero hacer daño a mi amiga? ¡Eso es algo que no puedo perdonar! —Su voz atravesó el jardín como una navaja.
Shelly se limitó a reír, fría y despreocupada. —¿Y qué? ¿Por qué debería importarme cómo te sientes?
La sonrisa desafiante de Shelly solo hizo que la ira en los ojos de Yvonne ardiera con más fuerza. Yvonne dio un paso adelante, arrastrando a Margie detrás de ella. Apretó los puños, deseando borrar esa sonrisa arrogante de la cara de Shelly. Entonces, recordando por qué estaba allí, esbozó una sonrisa que no llegó a alcanzar sus ojos.
—Hoy tienes suerte —dijo Yvonne con frialdad—. Tengo cosas que hacer. Si te vuelvo a ver, no creas que seré tan indulgente. —Con esas palabras, se dio la vuelta para marcharse.
Respiró lenta y profundamente para calmarse. Estaba desesperada por enfrentarse a Shelly, pero ese restaurante tenía un significado especial para ella. Ethan la había traído allí. Si perdía los nervios, solo conseguiría ponerlo en una situación incómoda. Si no fuera porque montar una escena habría dado mala imagen a Ethan, habría puesto a Shelly en su sitio con mucho gusto.
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