El requiem de un corazón roto - Capítulo 1023
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Capítulo 1023:
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Su aliento rozó su cuello, haciéndola retorcerse. Cuando comprendió completamente sus palabras, la ira se encendió en su interior.
—¿Me estabas siguiendo? —espetó ella.
Norton soltó un bufido desdeñoso y luego se echó a reír. —¿De verdad así es como me ves?
—¡Con los demás no tengo ningún problema porque me tratan con respeto, a diferencia de ti! —replicó Yvonne, negándose a responderle directamente.
—¿Respeto? —Norton levantó la cabeza y la miró desde arriba.
Sus miradas se cruzaron durante un instante. Yvonne fue la primera en apartar la vista, sin querer sostener la mirada de él, pero siguió hablando.
«Además, mi jefe me hizo un gran favor. ¡Es lo menos que puedo hacer por él, invitarlo a cenar para darle las gracias!».
La ira de Norton creció ante su explicación.
«¿Un favor? ¿Para qué lo necesitas? Eres mi mujer, Yvonne. ¿Hay algo que no pueda hacer por ti?».
Una breve emoción cruzó el rostro de Yvonne. Bajó la cabeza, calmando su corazón acelerado, y respondió fríamente: «Solo soy tu esposa en papel. Ni se me ocurriría molestarte».
Norton le apretó las manos con frustración.
—¿En el papel? Si así era como veía ella su relación, tal vez era hora de que él hiciera algo para cambiar su opinión. De lo contrario, quizá nunca la consideraría una pareja auténtica.
Con ese pensamiento, Norton dejó de fingir. Se acercó, le agarró la barbilla y la miró fijamente. «Si no puedes decirme lo que quiero oír, entonces cállate».
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Se inclinó y la besó.
En el instante en que sus labios se encontraron, una descarga recorrió a ambos.
Yvonne se vio sorprendida por su movimiento repentino, su presencia la abrumaba. Por un momento, no supo cómo responder. No fue hasta que él aflojó el agarre de sus muñecas y sus intenciones quedaron claras que ella volvió a la realidad y comenzó a defenderse.
Pero él pareció darse cuenta de que ella no estaba totalmente concentrada. Le soltó las manos y, en su lugar, se acercó para pellizcarle suavemente las orejas.
Ella podía sentir cómo le ardían las orejas por su contacto.
Él parecía disfrutar de su reacción y soltó una risita mientras le pellizcaba el lóbulo un poco más fuerte, como si estuviera esperando a que ella le suplicara que parara.
—Norton, tú… —protestó Yvonne.
«¿Qué pasa?», preguntó él, fingiendo no entender nada.
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