El requiem de un corazón roto - Capítulo 1017
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Capítulo 1017:
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«Cuando te hayas recuperado por completo».
«¡Ya estoy bien! Ve a hablar con el médico por mí», insistió, ansiosa por volver al trabajo.
Yvonne no cedió y, tras insistirle lo suficiente, Norton se rindió y habló con el médico sobre su estado.
Las noticias eran buenas. Su recuperación había ido bien. La intravenosa había hecho su trabajo y estaba casi como antes. Solo necesitaba un día más en el hospital en observación.
Cuando supo que pronto podría irse a casa, su rostro se iluminó como un fuego artificial. «¡Norton, devuélveme el teléfono!», exigió. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había olvidado algo importante.
No iba a dejar que Ethan se enfrentara solo a los rumores. Al fin y al cabo, él se había visto envuelto en todo este lío por su culpa.
Norton le entregó el teléfono. «Deberías estar descansando, no mirando el móvil».
«Lo sé», dijo Yvonne, haciéndole un gesto con la mano para que se fuera. Estaba harta de descansar, tenía el cerebro hecho papilla.
Abrió su teléfono, lista para ver qué tipo de incendio forestal se había desatado en Internet. Pero, para su sorpresa, no había nada sobre ella en las tendencias. Ni una sola palabra.
Frunciendo el ceño, actualizó la página. Todavía nada. ¿Ethan ya se había encargado de todo? No había perdido el ritmo.
Una sonrisa se dibujó en su rostro al abrir el chat. «¡Sr. Marsh, es usted el mejor! Hoy me dan el alta, ¡mañana le invito a cenar!».
Ethan le respondió: «No he hecho gran cosa, la verdad. Pero la cena me parece una buena idea. Me encantaría».
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No pudo evitar sonreír al mirar la pantalla.
«¿Qué es esa sonrisa?», preguntó Norton, mirándola. Se inclinó como si quisiera echar un vistazo.
Ella cerró rápidamente el teléfono. «Nada importante. Solo estoy contenta de volver al trabajo».
«Nunca paras, ¿verdad?», dijo él riendo.
«Estoy demasiado feliz para discutir», respondió ella, lanzándole una mirada juguetona. Con el teléfono en la mano y Norton cerca, el tiempo pasó sin darse cuenta. En poco tiempo, llegó la hora de recoger.
«¡Estoy lista para irme! ¡Un segundo más aquí y me vuelvo loca!». En cuanto el médico le dio el visto bueno, Yvonne se sintió como un pájaro liberado de su jaula.
Norton no se opuso. Le dijo a Leif que se encargara del papeleo y la llevara a casa. Sabía que ella quería salir rápido, así que no perdió ni un segundo al volante. Llegaron en un tiempo récord.
El coche ni siquiera se había detenido del todo cuando Yvonne saltó fuera. «Yo voy primero», gritó por encima del hombro mientras entraba corriendo en casa.
Norton la vio dirigirse a toda velocidad hacia la puerta, sin siquiera mirar atrás para ver cómo estaba él. Aparcó rápidamente el coche y salió tras ella.
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