El regreso de la heredera adorada - Capítulo 1299
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Capítulo 1299:
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Unos minutos más tarde, Andrew regresó con una bolsa de papel en la mano.
Se deslizó de nuevo en el coche y se la entregó.
—¿Las pruebas?
—Vale.
Madisyn cogió la bolsa con entusiasmo y la abrió para descubrir una variedad de galletas y pasteles, cada uno con una forma y un sabor diferentes.
«¿Por qué has comprado tantas?», preguntó sorprendida.
«¡No me las puedo comer todas!».
Aunque Madisyn vivía una vida de riqueza y lujo, la extravagancia nunca había formado parte de su naturaleza. Desperdiciar comida, en particular, le parecía innecesario.
Andrew se rió entre dientes y se acercó para revolverle el pelo con cariño.
«No te preocupes. Yo me comeré lo que no puedas. No se desperdiciará nada».
«Pero son dulces…».
Madisyn sabía bien que a Andrew no le gustaban los dulces.
Pero en ese momento, una rara y tierna sonrisa apareció en sus ojos oscuros. Su voz era increíblemente suave cuando dijo: «Cariño, subestimas el poder del amor. Cualquier cosa que me des, ya sea dulce o salada, siempre me gustará».
Un ligero rubor se extendió por las mejillas de Madisyn. Sus palabras, tan espontáneamente afectuosas, no parecían un comentario casual, sino más bien una declaración de amor.
Sus orejas ardían ligeramente mientras desviaba la mirada. Este hombre… era demasiado bueno coqueteando.
Para ocultar su nerviosismo, cogió una porción de tarta de manzana y le dio un delicado mordisco. La corteza dorada y hojaldrada se deshizo entre sus labios, liberando un rico aroma a mantequilla que se derritió en su lengua.
—¿Está buena? —preguntó Andrew, observando su reacción con expectación.
Madisyn le devolvió la mirada, y su mente volvió a sus palabras anteriores. Una idea brilló en sus ojos.
Dejó que su mirada se deslizara lentamente desde sus cejas afiladas hasta sus labios. Luego, con una sonrisa burlona, extendió la mano, le pellizcó ligeramente la barbilla entre sus deliciosos dedos y se inclinó hacia él.
Sus labios rozaron los de él en un beso fugaz, y el dulce sabor de la tarta de manzana se extendió entre ellos. Cuando finalmente se apartó, un brillo juguetón bailaba en sus ojos oscuros.
—¿Qué tal estaba? —preguntó ella con voz sedosa.
—¿Delicioso?
El corazón de Andrew se derritió ante su gesto repentino.
Tras una pausa, tomó suavemente la mano que ella aún tenía sobre su barbilla y se inclinó hacia delante, hasta que sus frentes se tocaron.
En el reducido espacio del asiento del conductor, Andrew la miró con tierno afecto, con los ojos oscuros llenos de calidez. Su nariz rozó suavemente la de Madisyn y, tras un largo y silencioso momento, habló con una voz agradable y magnética.
—Cariño, no hay nada más dulce que esto.
Madisyn sintió una oleada de alegría inexplicable, todo gracias a los dulces gestos de Andrew. Extendió la mano y le tocó suavemente la nariz, mientras levantaba el pastel de manzana con la otra mano.
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