El regreso de la heredera adorada - Capítulo 1286
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Capítulo 1286:
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Apretó una almohada contra su pecho y su mirada se posó en la colección de fotografías que adornaban el aparador. Cada imagen captaba la sonrisa de Andrew, pero en sus ojos seguía habiendo una inconfundible frialdad, un recuerdo persistente de las batallas libradas en silencio.
En ese momento, algo se removió en el corazón de Madisyn.
El viaje de Andrew había estado marcado por dificultades sin precedentes: una infancia salpicada por la pérdida, templada por un entrenamiento implacable y un sinfín de pruebas. Madisyn sintió que se cristalizaba en ella un deseo: no reescribir su pasado, sino pintar su presente con pinceladas de alegría, tejer hilos dorados de felicidad en el tapiz de su futuro juntos.
Con este pensamiento calentándole el corazón, Madisyn buscó el calendario, con la esperanza de encontrar una ocasión próxima que celebrar. Pero cuando sus ojos recorrieron los números familiares, se dio cuenta de algo que la golpeó como un rayo. Se acercaba el cumpleaños de Andrew, ¡y se le había olvidado por completo!
Se incorporó de un salto y volvió a comprobar la fecha. Se presionó las sienes con los dedos, frustrada.
El peso de haber olvidado una fecha tan importante le pesaba en la conciencia. Se había convertido en una novia que no se había acordado del cumpleaños de su novio…
Pero en lugar de ahogarse en la culpa, Madisyn canalizó su remordimiento en determinación. Transformaría ese descuido en una oportunidad: organizaría una celebración de cumpleaños que eclipsaría a todas las demás y crearía recuerdos que Andrew atesoraría para siempre.
Sin perder un momento, Madisyn se puso manos a la obra. A medida que su visión de la celebración perfecta iba tomando forma, se puso en contacto con el círculo más íntimo de amigos de Andrew.
Una semana más tarde, el Golden Club cobró vida con calidez y risas cuando Evie, Madisyn y los amigos más cercanos de Andrew se reunieron para celebrar su día especial.
Cada elemento de la celebración llevaba el toque personal de Madisyn. Aunque era una fiesta íntima, se había organizado meticulosamente pensando en Andrew: cada detalle se había elegido y coordinado cuidadosamente para reflejar sus gustos y preferencias.
A medida que avanzaba la noche, Madisyn notó que la habitual frialdad en la expresión de Andrew se había derretido en algo más suave y tierno. Se acercó a él con una copa de vino de cristal en la mano, que reflejaba la luz.
—¡Sr. Klein, permítame brindar por usted!
El rostro de Madisyn se iluminó con una sonrisa radiante y su voz tenía un tono juguetón.
Andrew la miró con cariño, levantó su copa de vino y la chocó suavemente contra la de ella.
«¡Feliz cumpleaños!».
Madisyn bajó ligeramente la cabeza, con los ojos llenos de amor y admiración por él. Esa mirada, tan profunda, tan llena de significado, hizo que el corazón de Andrew latiera con fuerza.
Cuando sus copas se tocaron, un repentino destello plateado brilló ante sus ojos.
De la nada, dos anillos de plata con forma de cinta de Moebius cayeron en sus copas de vino, uno en cada una.
Los anillos, aunque sencillos, desprendían una elegancia discreta. Se sumergieron lentamente en el vino tinto, brillando bajo la suave luz de las lámparas antes de hundirse en el fondo de las copas.
—¿Cariño?
Andrew dudó, con la copa de vino a medio levantar y los ojos brillantes por la confusión que le provocaban los misteriosos anillos.
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