El regreso de la esposa no deseada - Capítulo 1399
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Capítulo 1399:
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Con el paso del tiempo, las noticias sobre el virus se filtraron a través de los medios de comunicación. Aunque las autoridades controlaban cuidadosamente la información, Scarlette logró reunir suficiente para comprender los graves peligros que entrañaba el trabajo experimental de Kenji y Caden.
—Mamá… —La voz de Scarlette temblaba—. Si se infectan… ¿de verdad no hay cura? —Sus ojos, ya hinchados y enrojecidos por horas de llanto, se llenaron una vez más de lágrimas—. ¿Por qué se fueron sabiendo que era tan peligroso?
Alicia abrazó a su hija y le acarició la cabeza con ternura maternal. —Ten fe, cariño. Tu padre es muy capaz. Volverá pronto con nosotros.
—¿Puedo llamarle? —preguntó Scarlette, con incertidumbre en la voz—. Le echo mucho de menos… y a Kenji también.
Alicia solo había podido mantener unas breves conversaciones con Caden. Su carga de trabajo había disminuido ligeramente últimamente, lo que la había animado a enviarle un mensaje para levantar el ánimo de Scarlette. Su respuesta no tardó en llegar, en forma de videollamada.
El corazón de Scarlette se aceleró cuando la pantalla cobró vida, pero en lugar del rostro familiar de su padre, se encontró mirando a Kenji.
Kenji era casi irreconocible bajo las capas de equipo de protección, con el cuerpo completamente cubierto, salvo por un par de ojos cansados e inyectados en sangre que se veían a través de la visera.
Al verlo, sintió un dolor punzante en el corazón. —Kenji —susurró, con todo el peso de sus preocupaciones implícitas en su nombre.
La mirada de Kenji se clavó en su rostro a través de la pantalla, estudiándola con atención—. ¿Quién te ha hecho llorar? Tienes los ojos hinchados.
Scarlette tembló el labio inferior mientras luchaba por contener nuevas lágrimas. —¿Cuándo vas a volver?
Kenji se quedó en silencio, con el peso de la incertidumbre sobre sus hombros. Los ensayos clínicos se extendían ante ellos como una carretera sin fin, con resultados aún pendientes y un calendario imposible de predecir. Se desplomó en la silla, con el cansancio reflejado en el rostro y los ojos entrecerrados con una mirada distante y vacía. «Cariño, salvar vidas pesa más de lo que jamás imaginé».
El legado de su madre y su abuela, ambas famosas por sus milagros médicos, proyectaba una larga sombra sobre sus pensamientos. Desde niño, se había sumergido en los estudios de medicina, llevado por la inocente creencia de que solo la habilidad podría convertirlo en un salvador.
Scarlette se quedó paralizada, sin poder articular palabra.
«¿Estás sola?», preguntó Kenji en voz baja.
Alicia se levantó de su asiento al oír la conversación. —Te traeré un poco de agua.
Una vez sola, Scarlette bajó el volumen de su teléfono. —¿Qué te preocupa? ¿Pasa algo?
—Se podría decir que sí —respondió Kenji.
El corazón de Scarlette se aceleró con ansiedad. —Cuéntame.
—Tengo remordimientos —susurró él, bajando la voz—. Si hubiera sabido que mi ausencia se alargaría tanto, habría atesorado cada momento que pasamos juntos. Maldita sea, no he tenido suficiente».
Las lágrimas de Scarlette cesaron abruptamente, traicionadas solo por un sollozo poco elegante. La risa de Kenji se vio interrumpida por unos pasos apresurados y una voz entrecortada.
«Es malo», balbuceó el recién llegado. «El señor Ward…».
Kenji terminó rápidamente la llamada, con tono severo. «¿Qué pasa con el señor Ward?».
El mensajero estaba pálido y jadeando. «¡El Sr. Ward ha sido infectado!».
Kenji llegó a la puerta con la esperanza de ver a Caden, pero el personal médico le bloqueó el paso, manteniéndose firme en su posición.
«El Sr. Ward es contagioso en este momento», explicó uno de ellos. «Es mejor que no entre, Sr. Reed».
El aire estaba cargado de vapor desinfectante, pero no podía ocultar la preocupación que se reflejaba en el rostro de Kenji.
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