El precio de la mentira: una promesa rota - Capítulo 38
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Capítulo 38:
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«Lo siento, señora», dijo la criada con voz temblorosa. «Entré porque no obtuve respuesta».
«¿Eres tonta? Si no respondo, ¿tu sentido común no te dice que te vayas?», espetó Alice.
«Lo siento», murmuró la criada.
«¡Fuera!», gritó Alice, y la criada se retiró rápidamente.
«¡Oye, vuelve aquí!», la llamó Alice, deteniéndola. «¿Por qué estabas aquí?».
«Hay un hombre que pregunta por usted. Está abajo».
—¿Un hombre?
—Sí, señora.
—Está bien, ya lo he oído. Fuera.
Alice despidió a la criada y gruñó, preguntándose quién podría ser. Se puso un vestido nuevo y se maquilló un poco antes de salir a ver quién era el invitado.
Cuando entró en la sala de estar, se quedó paralizada, con el corazón acelerado. Se había olvidado de él, pero allí estaba, de pie ante ella con un ramo de rosas.
—¿Victor?
Al entrar en la sala de estar, Alice se quedó paralizada al ver quién era. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Se había olvidado de él, y allí estaba, de pie frente a ella con un ramo de rosas.
—¿Victor?
—Hola, Alice —la saludó con una sonrisa, pero Alice no le devolvió la sonrisa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, sin dejarle hablar.
—¿Por qué no me dijiste que ibas a venir? —le preguntó.
—Quería avisarte, pero no contestabas mis llamadas ni respondías a mis mensajes.
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—Deberías saber que he estado muy ocupada.
—Por supuesto —asintió él. «Por eso vine a darte una sorpresa», dijo, sonriendo mientras le ofrecía el ramo.
Alice miró las flores y se sentó en el sofá. «Déjalas en la mesa», dijo, señalándola.
«De acuerdo», respondió él, colocándolas sobre la mesa.
«¿Qué haces aquí?», preguntó Alice.
«Quiero invitarte a salir, ya sabes, a una cita».
—¿Y qué te hace pensar que me interesa salir contigo?
—Eh… —Victor se quedó desconcertado—. Pensé que…
—No sé qué se te pasa por la cabeza, Victor, pero gracias por venir.
—¡Espera! ¡Espera! —gritó cuando Alice se dispuso a marcharse—. Pensé que teníamos algo… como… algo juntos.
—¿Algo juntos? —Alice se burló y se rió—. Eres gracioso. No tenemos nada juntos, Víctor.
—¿Y esa noche?
—¿Te refieres a la noche en que te aprovechaste de mí? —replicó Alice.
—¿Qué?
—Sí, te aprovechaste de mi situación y de mis emociones. Acudí a ti porque me sentía deprimida y tú te aprovechaste de eso. Ahora mismo estoy demasiado destrozada. Dos hombres acaban de traicionar mi confianza y necesito tiempo para recuperarme y trabajar en mí misma. Así que, por favor», dijo, alejándose y dejando a Víctor allí parado, atónito.
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