El precio de la mentira: una promesa rota - Capítulo 374
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Capítulo 374:
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«Para nada, pero tengo las piernas muy débiles».
«Sí, veo que no puedes caminar».
«¿De quién es la culpa?», dijo ella, sin poder ocultar su sonrisa bajo un falso ceño fruncido.
«Solo puede ser mía, y ese es el objetivo».
Ella le dio un suave golpe en el pecho. «Vete de aquí».
Se volvió hacia la comida que había sobre la mesa. Había tostadas y dos tazas de café.
«Esto tiene muy buena pinta», dijo. «Déjame ir a lavarme los dientes antes de devorarlo».
—¿Y yo no?
Ella lo miró. —¿Estás tratando de dejarme lisiada?
Lo empujó fuera de su vista e intentó ponerse de pie de nuevo.
Christian se rió al ver sus piernas temblorosas mientras lograba caminar hasta el baño, sintiéndose débil por todas partes.
—No sería mala idea, ¿sabes? —dijo él, levantándola de repente del suelo y tomándola en sus brazos.
—Es una mala idea —protestó ella, riéndose con él mientras continuaban con su broma.
Sintiéndose pequeña con su sudadera con capucha de gran tamaño, se rió de sí misma cuando se miró en el espejo antes de salir del dormitorio en busca de Christian. Subió las escaleras hasta el balcón y lo encontró tumbado en una hamaca con una copa de vino y una botella a su lado.
«Aquí estás», anunció su presencia y se acercó para bloquearle la vista antes de dejarse caer en la cama a su lado.
Él la atrajo hacia sí y la dejó apoyar la cabeza en su pecho.
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«Disfrutando de este momento de serenidad y de las hermosas vistas tú solo».
Ella contempló la belleza de la naturaleza mientras escuchaba el ritmo de los latidos de su corazón, que abrazaban el suyo con calidez. Su momento estaba envuelto en silencio, solo lleno del suave susurro de las hojas, el bosque meciéndose con la brisa, y sus dedos comenzaron a dibujar sin rumbo fijo sobre su pecho.
—Oye, cariño, quiero hacerte una pregunta. —Ella lo miró.
—¿Eh? ¿Cariño?
Christian la miró, sorprendido. —¿Qué acabas de decir?
—Quiero hacerte una pregunta.
—No, eso no.
—Oye, cariño.
—¿Cariño? —él sonrió.
Clarisse se rió entre dientes. —¿No te gusta?
—Me encanta. —La atrajo hacia él, haciendo que se recostara parcialmente sobre él mientras su sonrisa se ampliaba—. ¿Quieres hacerme una pregunta?
—Sí —sonrió ella, mirando su pecho mientras su dedo jugueteaba con la parte inferior de la camiseta polo que él llevaba puesta.
«Te escucho, mamá».
«¿Cuántas… rondas?», preguntó ella, levantando las pestañas mientras sus ojos se encontraban con los de él.
Sus mejillas se sonrojaron.
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