El precio de la mentira: una promesa rota - Capítulo 26
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Capítulo 26:
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«¿Cuál era tu pregunta, hija mía?», preguntó con una cálida sonrisa.
El corazón de Clarisse se aceleró mientras intentaba explicarse, sin saber si era por miedo o por nerviosismo. —Yo… yo preguntaba… ¿por qué compramos… un vestido nuevo?
—¿Cómo puede mi hija llevar algo tan grande? —preguntó Sharon con mirada de desaprobación—. La persona que eligió ese vestido debía de estar ciega. Tengo que elegir algo bonito, algo que resalte tu belleza, no que la oculte.
Clarisse bajó la mirada, sintiéndose perdida e insegura.
Finalmente, Sharon encontró un vestido impresionante. Rápidamente se lo pasó a Clarisse y la animó a que se lo probara. Cuando Clarisse salió, Sharon y las dependientas se quedaron sin aliento. El vestido no solo era hermoso, sino que captaba a la perfección la esencia de Clarisse. El momento, lleno de emoción, llenó de lágrimas de alegría y calidez los corazones de ambas.
«Un toque final», dijo Sharon con orgullo. Dos mujeres se adelantaron y se llevaron a Clarisse para maquillarla.
Mientras tanto, Christian esperaba pacientemente en la sala de espera. Miró su reloj de pulsera por quinta vez. A medida que pasaban los minutos, murmuró: «Será mejor que te vayas a dormir ahora, o puede que te despiertes y aún no hayan terminado». Sacudió la cabeza con incredulidad; ya llevaba dos horas esperándolos y aún no habían salido.
A medida que la tensión en el aire aumentaba, cada segundo parecía prolongarse hasta la eternidad. Entonces, sonó su teléfono: era su hermano. Gael acababa de terminar de lidiar con su mejor amigo, que no dejaba de quejarse y lamentarse por haberse perdido la boda. No esperaba una situación así y, cuando llegó al lugar, los periodistas ya se estaban marchando.
«Hola, esposo», dijo Gael con voz burlona al otro lado del teléfono.
«¿Qué pasa?», respondió Christian.
«Vamos, es el día de tu boda. ¡Suena más alegre! ¿Por qué, la novia no es hermosa?».
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«Mucho más hermosa que tu novia».
«Oh, ¿así que admites que mi novia es hermosa?», bromeó Gael.
Christian suspiró, cada vez más irritado. «¿Qué quieres, Gael?», preguntó.
Gael siguió riéndose, aparentemente ajeno a la frustración de su hermano. «No puedo creer que te cases antes que yo. Yo iba a…». Pero Christian no escuchó el resto de sus palabras. Lo que vio en ese momento ahogó todo lo demás.
La puerta se abrió suavemente, revelando a su radiante novia. Su belleza le dejó sin aliento. El tiempo pareció ralentizarse mientras contemplaba la escena que tenía ante sí. El vestido, de intrincado diseño, la envolvía en una bruma de ensueño, con detalles brillantes que captaban la luz y creaban un resplandor etéreo.
Sus ojos se encontraron con los de él, llenos de incertidumbre. Ella no estaba segura de lo que él pensaba, pero su mirada estaba fija en ella. A su lado estaba su suegra, sonriendo.
El corazón de Christian se llenó de un torbellino de emociones: orgullo por la hermosa mujer que tenía ante sí, un profundo sentimiento de protección y amor por ella, y una abrumadora expectación por la vida que estaban a punto de comenzar juntos.
Cada intrincado detalle del vestido, desde el delicado encaje hasta el elegante velo, parecía irradiar una armonía que reflejaba el amor que compartirían. La fascinante visión que tenía ante sí era un reflejo sereno y caprichoso del viaje que soñaba emprender con ella.
«Ve a conocer a tu esposo», le susurró Sharon al oído, y Clarisse asintió con la cabeza.
Christian estaba hipnotizado. Ella parecía aún más hermosa mientras caminaba lentamente hacia él, y el aire se llenó de emociones. Su corazón latía más rápido y, aunque últimamente se había sentido tan entumecida, ese momento de repente despertó algo profundo en su interior. Sin embargo, las lágrimas no brotaban; hacía tiempo que habían dejado de fluir. El corazón de Christian latía con fuerza mientras la admiraba, y se le hizo un nudo en la garganta al recordar lo que le había dicho el investigador. Eso lo enfureció una vez más, pero el aroma de ella, al acercarse, alivió toda su ira y la reemplazó con un nuevo sentimiento, uno que nunca antes había experimentado.
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