El precio de la mentira: una promesa rota - Capítulo 190
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Capítulo 190:
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«¿Puedes?
Mmmm, me obligaron a estudiar para poder hacer todas las tareas de Alice, así que sé leer».
Christian gimió. «Está dando sus frutos».
Ella lo leyó y esbozó una sonrisa. Era un relato personal y se sintió muy agradecida. Christian se sorprendió y casi se atraganta con el café cuando ella le agarró la mano y se la acercó al pecho.
«Muchas gracias», le dijo ella con voz melosa. «Te lo agradezco de verdad. Gracias».
Christian carraspeó torpemente y retiró la mano con cuidado. —No es nada.
—Claro que es algo.
—¿Sí? —Puso los ojos en blanco—. ¿No tienes algo que decirme?
—¿No tienes nada que decirme?
Ella torció la boca hacia un lado, pensativa, y luego negó con la cabeza. —Nada.
—¿Nada? —se burló él—. Ah, sí, dijo que lo invitaste a comer.
Se le ocurrió. —Ah, eso.
—Sí, eso.
—Le dije que lo invitaría a comer, pero llegó antes de lo esperado —dijo ella con ingenuidad. Se dio cuenta de que Kyle podría haberle contado lo del intento de secuestro.
—¿Se lo contó? ¿Por eso está enojado? ¿Porque no se lo conté?
Christian entrecerró los ojos al notar su incomodidad.
—¿Te… te dijo algo?
—¿Hay algo que no quieras que me cuente?
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Ella se rió con torpeza. —¿Qué? Por supuesto que no —dijo, bebiendo nerviosamente de su café.
—Me dijo que lo cuidaste.
—Sí, así es. Ella asintió con la cabeza, sin darse cuenta de que Christian apretaba el puño alrededor del vaso frío de café.
Temía tener que confesarlo todo y comenzó: —Se lesionó ayudándome, así que sentí que al menos debía agradecérselo atendiendo sus heridas y le prometí invitarlo a comer. Su voz suave y diminuta no tenía ni idea de lo que estaba pasando por la cabeza de Christian.
—¿Tienes dinero para pagar?
—No
Christian se echó a reír al oír lo inocente que sonaba su «no».
—¿No? ¿Y le prometiste invitarlo a comer?
—Sí, pero no sabía que vendría tan pronto. Me sentí muy aliviada cuando te vi antes.
— ¿Por qué te sentiste aliviada?».
«¿Eh?».
Ella lo miró, sin darse cuenta de la situación en la que se había metido. No sabía cómo decirle que se había sentido aliviada al saber que él la ayudaría.
«Yo… yo…», balbuceó.
Christian se recostó en su silla, divertido por su rostro sonrojado y el nerviosismo que parecía desprender. Se sintió contento e incluso un poco encantado por ese lado de ella: el rostro sin palabras y avergonzado. Se veía tan linda que se enamoró.
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