El precio de la mentira: una promesa rota - Capítulo 178
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 178:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
El corazón de Durbar casi se le sale del pecho cuando lo vio levantarse, pero los guardias solo le quitaron el abrigo y el traje, sin mirarlo.
«Te escucho», dijo Christian, sin siquiera mirarlo. Durbar estaba consumido por el miedo, tan intimidado por la forma en que Christian se arremangó y se quitó el reloj que no podía encontrar las palabras.
Los guardias se dieron cuenta de que esta tortura no iba a ser normal. En situaciones como esta, Christian normalmente se sentaba y observaba, pero parecía ansioso por llevar a cabo la tortura él mismo. Inmediatamente sintieron lástima por el hombre, pero también creyeron que la tortura no era realmente por el dinero, algo que significaba poco para Christian.
«Pediré préstamos», dijo Durbar apresuradamente, pero Christian se burló y tomó el látigo con púas en la punta. Lo enrolló suavemente alrededor de su mano, sujetándolo con firmeza.
«¿Crees que me lo voy a creer?».
«¡Lo juro, lo juro por mi madre! Pediré préstamos y te lo devolveré, lo juro», suplicó Durbar, temblando mientras Christian caminaba detrás de él. La habitación quedó en silencio.
De repente, el sonido del latigazo resonó en la habitación, seguido del grito ensordecedor de Durbar. Le salpicó agua, pero no le azotó con el látigo.
«¿Sabes cómo funciona esto?», preguntó con un tono tan sencillo que parecía inocente, como un hombre que no podría hacer daño ni a una mosca. Este hombre es un psicópata, pensó Durbar, haciendo una mueca de dolor y gritando.
«No azoto a nadie continuamente», continuó Christian, sacudiendo la cabeza. «¿Qué gracia tiene eso? Podría cansarme fácilmente». Caminó lentamente a su alrededor. «Te azotaré con este látigo, dejaré que el dolor y el sonido del látigo penetren en tu piel y tus oídos. Luego te echaré agua, empapando tu ropa y tu piel, en preparación para el siguiente golpe».
En cuanto terminó de hablar, Christian azotó con tanta fuerza que Durbar gritó de dolor, completamente sorprendido. Y luego vino el agua, salpicándolo.
Solo disponible en ɴσνєℓα𝓼4ƒα𝓷.ç0𝓂 para más emoción
Hoy estoy condenado, gritó en silencio en su mente.
«Lo siento, por favor, ten piedad de mí, por favor», suplicó, pero sus palabras solo parecieron avivar la ira de Christian.
«¿Dejaste de golpearla cuando te pidió piedad?
»
¿Golpes? ¿Quién? ¿De qué está hablando?
Antes de que pudiera pensar más, otro largo golpe le alcanzó, seguido de otra salpicadura de agua. Su ropa estaba empapada de sangre y la parte trasera de su camisa se rasgó cuando las espinas del látigo se clavaron en la tela.
Todo el cuerpo de Durbar temblaba violentamente mientras lloraba y suplicaba clemencia. «Por favor, perdóname, lo siento mucho.»
«Eso no responde a mi pregunta», dijo Christian, azotándolo de nuevo.
«No sé de qué estás hablando», gritó Durbar, sin entender nada.
Otro golpe.
«¡Por favor!», suplicó, con la cara enrojecida y la saliva empezando a gotearle por la boca.
«¿Dejaste de golpearla cuando te lo pidió?», volvió a preguntar Christian.
«¿Quién?», murmuró Durbar débilmente.
Otro golpe.
Después de diecinueve golpes, la mente de Durbar gritó la respuesta, aunque apenas podía mantenerse en pie, con el cuerpo sangrando profusamente y las piernas a punto de fallarle.
«¿Mi esposa?», preguntó desesperadamente, esperando que esa fuera la respuesta correcta.
Christian cerró los ojos con extrema ira, luego los volvió a abrir, manteniendo una expresión imperturbable y un tono tranquilo.
.
.
.