El juego de la seducción - Capítulo 55
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 55:
🍙🍙🍙🍙🍙
La noche parecía eterna y la oscuridad nos envolvía como un sudario. Estaba atrapada en una pesadilla viviente, incapaz de escapar del terror que se apoderaba de mi corazón.
Tenía los ojos fijos en la carretera y la mente consumida por la idea de que el estado de Jason empeoraba a cada segundo que pasaba. La tos se intensificaba, su cuerpo se convulsionaba en violentos espasmos mientras luchaba por introducir aire en sus pulmones. Sentía que el corazón me latía con fuerza en el pecho y que los nudillos se me ponían blancos al agarrar con fuerza el volante.
La voz de Sarah estaba impregnada de pánico y sus palabras salían a borbotones. «¡Oh Dios, Williams, tenemos que llevarlo al hospital ahora! Está sangrando mucho. Oh Dios, por favor… por favor…»
Podía sentir su miedo, su pánico infectándome como un virus. Mi mente se tambaleaba, mis pensamientos eran un caos de preocupación y pavor. Se suponía que estábamos visitando a mi madre, no corriendo contrarreloj para salvar la vida de Jason.
El coche se precipitó a través de la oscuridad, los únicos sonidos eran las toses ásperas y los susurros de pánico de Sarah. Me sentía como atrapada en una pesadilla interminable, incapaz de despertar del horror que se desplegaba ante mis ojos.
La tos de Jason se hizo más fuerte, su cuerpo temblaba violentamente mientras luchaba por respirar. Sentía cómo se me partía el corazón, cómo mi alma gritaba de angustia al ver cómo se me escapaba mi amigo.
La mano de Sarah me agarró el brazo, sus uñas se clavaron en mi piel. «Williams, por favor… más rápido… tenemos que llevarlo allí más rápido…»
Asentí con la cabeza, los ojos fijos en la carretera y el pie pisando el acelerador. El velocímetro subía más y más y el coche atravesaba la noche como un murciélago.
Pero en el fondo, sabía que quizá ya era demasiado tarde.
El coche chirrió hasta detenerse frente a la entrada de urgencias del hospital. Salté del coche y corrí al lado del copiloto para ayudar a Jason. Sarah ya estaba allí, con el rostro pálido y asustado mientras intentaba sostener el cuerpo inerte de Jason.
Juntos conseguimos sacarlo del coche y llevarlo a la acera. Lo cogí en brazos, con la cabeza apoyada en mi hombro, mientras corría hacia las puertas del hospital.
«¡Socorro! Que alguien nos ayude». gritó Sarah, su voz resonó en las paredes cuando irrumpimos en la sala de urgencias. Los médicos y las enfermeras se abalanzaron sobre nosotros con rostros sombríos y preocupados. Acosté a Jason en una camilla, con los ojos cerrados y el pecho levantándose a duras penas con cada respiración superficial.
«¿Qué ha pasado?», gritó un médico que ya empezaba a trabajar en Jason.
«Estaba tosiendo sangre… y… y…» tartamudeó Sarah, con los ojos muy abiertos por el miedo.
La cara del médico se volvió aún más sombría. «Tenemos que llevarlo a cirugía, ahora».
Mientras se llevaban a Jason, sentí que mi mundo se descontrolaba. Mi mente se tambaleaba y mi corazón se llenaba de miedo.
Y entonces la vi. Mi madre, de pie en la puerta, sus ojos fijos en mí con una mirada de sorpresa y horror. «Williams… oh, Williams…» susurró, con voz temblorosa.
Di un paso hacia ella, con el corazón acelerado por el miedo. «Mamá… ¿qué está pasando?»
.
.
.