El juego de la seducción - Capítulo 52
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 52:
🍙🍙🍙🍙🍙
«Sólo un nuevo empleado», dije, manteniendo mi respuesta vaga. «Hablaremos más tarde, ¿de acuerdo?»
Mónica sonó un poco suspicaz, pero lo dejó pasar. «Vale, cariño. Hablamos luego».
Al colgar el teléfono, una punzada de culpabilidad se instaló en mi pecho. Sabía que tenía que ser sincero con Mónica, pero no sabía cómo explicárselo. Y al mirar a Sarah, me di cuenta de que estaba más metido de lo que había previsto.
EL PUNTO DE VISTA DE WILLIAMS
Vi cómo los ojos de Sarah se entrecerraban y su mirada me atravesaba como una daga. Estábamos en mi despacho y la tensión entre nosotras era tan fuerte como para cortarla con un cuchillo.
«Williams, ¿puedo preguntarte algo?», se aventuró a decir, con voz firme pero con un matiz de acusación.
Dudé, porque ya sabía adónde iba a parar todo aquello. «Claro, Sarah», respondí, manteniendo un tono neutro, aunque mi mente bullía de excusas.
«¿Por qué mentiste sobre mí a Mónica?», preguntó ella, con voz uniforme, pero con un ligero deje de dolor en sus palabras.
Me encogí de hombros, intentando restarle importancia. «No fue para tanto, Sarah. Simplemente no quería meterme con ella».
Sus ojos brillaron de frustración, pero consiguió mantener la compostura. «Eso no es una excusa, Williams. Hiciste que sonara como si no fuéramos nada, como si nuestra relación no significara nada para ti».
Suspiré, sintiendo una punzada de culpabilidad. «Sarah, es complicado. No quería hacerte daño».
Se acercó un paso más, con voz grave y ronca. «Sigues mintiendo, Williams. Y duele».
Podía sentir cómo subían mis defensas, pero en el fondo sabía que no podía negarlo. Teníamos un pasado, complicado, y yo había estado intentando borrarlo, fingiendo que nunca había sucedido. Pero Sarah no me dejaba salirme con la mía.
«Sarah, escucha…» Empecé, pero ella me cortó.
«No, Williams. Escúchame. Sigues mintiéndote a ti mismo, a Mónica, a todo el mundo. Pero no puedes mentirme a mí. Yo sé la verdad».
Sus palabras me golpearon como una bofetada. Sabía que tenía razón, pero no me atrevía a admitirlo, todavía no.
«Centrémonos en la tarea que tenemos entre manos, ¿vale?». sugerí, con la esperanza de desviar la conversación.
Los ojos de Sarah escudriñaron los míos, buscando cualquier señal, cualquier cosa que revelara la verdad. Pero yo mantenía mi máscara firmemente en su sitio, mis secretos bajo llave.
«Bien», dijo, su voz goteaba decepción. «Pero esto no ha terminado, Williams.»
Sabía que tenía razón. Esto estaba lejos de terminar.
Cuando se dio la vuelta para marcharse, sentí una punzada de arrepentimiento. Quise llamarla, darle explicaciones, pero me dominó el orgullo. La dejé salir de mi despacho, sintiendo el peso de mis secretos sobre mí.
No pude concentrarme en mi trabajo durante el resto del día. Mi mente estaba consumida por pensamientos sobre Sarah y nuestro complicado pasado. Sabía que tenía que enfrentarme a mis sentimientos, a la verdad sobre nuestra relación y mis mentiras. Pero tenía miedo, miedo de perder a Mónica, miedo de afrontar las consecuencias de mis actos.
.
.
.