El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 999
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Capítulo 999:
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—¿Qué estás haciendo? —Su voz era profunda y suave, con un encanto natural.
Corrine volvió a guardar el medicamento en la caja y respondió con indiferencia:
—Tumbada en mi habitación. Nada emocionante.
Él murmuró algo entre dientes. Ella no lo entendió muy bien. Un segundo después, su voz se oyó de nuevo, esta vez más clara.
«¿Quieres venir conmigo?».
Corrine se incorporó de un salto, y su aburrimiento desapareció en un instante. Corrió hacia la ventana y se asomó al exterior.
Ante ella se extendían setos cuidadosamente recortados y jardines inmaculados. Pero la persona que esperaba ver no estaba por ninguna parte.
—Espera… ¿estás ahí?
—Te estoy esperando fuera.
Una frase corta. Sencilla. Sin embargo, para Corrine era increíblemente tentadora. Colgó el teléfono, se puso ropa limpia y corrió hacia la puerta.
Justo cuando iba a abrirla, algo le vino a la mente. Se dio la vuelta, cogió la caja de la cómoda y salió corriendo de nuevo.
Jules la vio pasar corriendo y frunció ligeramente el ceño. —¿Te vas?
Corrine se llevó un dedo a los labios, indicándole que guardara silencio.
Luego le entregó la caja. —Esto es para ti. Pídele a Eaton que analice el medicamento.
Jules abrió la tapa con sus dedos delgados. El líquido azul claro que había dentro le llamó la atención y su expresión se ensombreció mientras pensaba.
—¿Dónde has conseguido esto?
—Me lo ha enviado alguien —respondió ella con brusquedad, dándose la vuelta.
Sin mirar atrás, Corrine se alejó a grandes zancadas.
En cuanto salió de la finca Ford, sus ojos se posaron en un elegante Rolls-Royce negro que estaba parado junto a la acera. Matías estaba junto al coche, con la postura erguida y serena, claramente esperándola.
Cuando ella se acercó, él se movió sin vacilar y le abrió la puerta. —Señorita Holland.
Corrine asintió levemente antes de deslizarse dentro.
Frente a ella, Nate cerró tranquilamente un expediente y extendió la mano hacia ella. Sin pensarlo, se inclinó hacia su abrazo. Él la rodeó con el brazo por la cintura, pero en el momento en que sus dedos rozaron la parte baja de su espalda, un dolor agudo la hizo retroceder.
La mirada de Nate se agudizó. —¿Qué pasa? —Su voz denotaba preocupación.
Corrine suavizó la expresión y esbozó una leve sonrisa. —Nada. Solo me he torcido un poco.
El último tratamiento fallido le había dejado moratones oscuros en la cintura y el abdomen. Los efectos secundarios de la medicación habían sido más duros de lo esperado.
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