El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 998
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Capítulo 998:
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Un sirviente dijo respetuosamente desde fuera: «Señorita Holland, ha llegado un paquete para usted».
¿Un paquete?
Corrine apartó las mantas y se bajó de la cama. Se acercó y abrió la puerta.
El sirviente de fuera sostenía algo con cuidado. Se lo entregó. «Esto lo dejaron en la entrada de la finca Ford. El mayordomo vio su nombre y lo ha subido».
Ella aceptó el paquete, inclinándolo ligeramente entre sus manos.
Apenas pesaba nada.
«Ya lo tengo», respondió. Sin decir nada más, se lo llevó a su habitación. Mientras caminaba, lo sacudió un poco, sintiendo cómo crecía su curiosidad.
Una vez dentro, cogió un abrecartas y abrió el paquete con cuidado. Dentro había una pequeña caja de madera, no más grande que la palma de su mano.
Al levantar la tapa, encontró un delicado frasco de cristal. En su interior brillaba un líquido azul pálido.
Debajo del frasco había una tarjeta rosa. El mensaje decía: «Moja un bastoncillo de algodón en el medicamento y aplícalo en la zona afectada. Esto evitará los brotes».
Corrine entrecerró los ojos. La letra era inconfundible. Coincidía con la nota del ramo de rosas rojas anónimo que había recibido en el trabajo hacía solo unos días.
Eso solo podía significar una cosa: ambos habían sido enviados por la misma persona. Apretó los dedos alrededor del frasco mientras lo levantaba y lo inclinaba hacia la luz del sol. El líquido que había dentro brillaba débilmente.
Solo la familia Ford sabía de su enfermedad. Entonces, ¿cómo lo había descubierto este misterioso remitente?
A lo largo de los años, los Ford habían gastado una fortuna en buscar una cura. Los expertos realizaron innumerables pruebas, pero ninguna reveló una solución real. Al final, solo podían confiar en medicamentos especialmente formulados para controlar su enfermedad con los menores efectos secundarios posibles.
En ese momento, su teléfono vibró. Apareció un mensaje: «Nunca te haría daño».
Corrine frunció el ceño y escribió un solo signo de interrogación en respuesta.
Casi al instante, llegó otro mensaje. «Una vez compartimos un viaje, pero me has olvidado por completo. ¿No es un poco frío, señorita Holland?».
La cara de Jonathan apareció en su mente.
Así que él era quien estaba detrás del ramo… ¿y de este paquete?
Pero ¿cómo sabía de su enfermedad?
¿Y cómo había conseguido enviarle exactamente la medicina que necesitaba?
Las preguntas inundaron su mente, una tras otra. Algo le rondaba por la cabeza, pero se le escapó antes de que pudiera atraparlo. Bajó la mirada hacia el pequeño frasco que tenía en la mano. Lo estudió en silencio, perdida en sus pensamientos.
En ese momento, su teléfono se iluminó con una llamada entrante. Era Nate.
Respondió, apretando el teléfono contra su oído.
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