El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 990
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Capítulo 990:
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Y este colgante era la clave.
Con un movimiento rápido de la muñeca, Dewey lanzó el colgante sobre la mesa. Sus dedos tamborileaban impacientemente sobre la superficie de madera.
Había enviado un mensaje tras otro, pero era como si se hubieran desvanecido en el aire.
Justo cuando estaba a punto de rendirse, la pantalla de su teléfono se iluminó.
«¿Sabes por qué la familia Holland ha sobrevivido tanto tiempo sin consecuencias?».
Una pregunta sencilla, tranquila pero arrogante.
El rostro de Dewey se retorció de furia. Golpeó el teléfono con fuerza y apretó los puños. «¡Esa mocosa desagradecida!». ¿Cómo se atrevía a amenazarlo?
Debería haberla aplastado cuando tuvo la oportunidad, antes de que tuviera el poder de defenderse.
A pesar de su rabia contenida, Dewey envió con calma una foto del colgante.
«Esto debería resultarte familiar».
Los ojos de Corrine se oscurecieron en cuanto vio la imagen.
Por supuesto que lo reconocía.
Incluso después de todos estos años, aún recordaba cómo su madre lo acariciaba suavemente, con una expresión llena de ternura y afecto, como si estuviera tocando el rostro de un amante.
—¿Aún no te has dormido? —Nate rodeó a Corrine con el brazo y la atrajo hacia él. Ella apoyó la espalda contra su cálido pecho y, por un momento, se quedó paralizada.
—Me voy a dormir.
Apagó el teléfono y se quedó quieta.
El silencio se apoderó de la habitación, solo roto por el ritmo lento y constante de la respiración de Nate.
Exhaló suavemente, dejando que la tensión se desvaneciera de su mente.
Pero antes de que pudiera relajarse por completo, Nate se movió. Con un movimiento suave, se dio la vuelta y la apretó contra él.
Abrió los ojos de golpe y se fijó en la intensa mirada que tenía encima. En la penumbra, sus rasgos afilados resaltaban, sus ojos oscuros eran indescifrables.
Bajó la mirada hacia su mandíbula apretada y el lento movimiento de su nuez.
Sin siquiera pensarlo, supo lo que iba a pasar.
Sus dedos se aferraron a las sábanas, anticipando el momento siguiente.
Afuera, la luz de la luna proyectaba un resplandor tranquilo, inmóvil. Sin embargo, dentro, el aire estaba todo menos tranquilo.
A la mañana siguiente, Corrine se despertó a la hora habitual, pero el cansancio pesaba mucho en sus miembros.
Permaneció tumbada un momento antes de reunir finalmente las fuerzas para incorporarse.
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