El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 971
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Capítulo 971:
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Incluso ahora, Sonia seguía sin poder creer que la caída total de la familia Burgess fuera real.
A lo largo de los años, Corey se había visto envuelto en innumerables negocios ilegales, pero, de alguna manera, siempre había logrado escapar, intocable. Nunca se le había podido inculpar con pruebas.
Pero esta vez era diferente. No solo se habían investigado a fondo los registros financieros de la empresa, sino que incluso había salido a la luz la lista confidencial, la misma lista de nombres poderosos en la que Corey había confiado para protegerse de la ley.
Esos documentos siempre habían estado bajo el estricto control de Corey, guardados como tesoros incluso de ella.
Sin embargo, los investigadores los habían desenterrado con inquietante facilidad, como si hubieran sido guiados por manos invisibles.
Ahora, con la finca de los Burgess precintada y la empresa disuelta, Sonia se había quedado en la ruina, despojada de todo en un abrir y cerrar de ojos.
Para alguien que había pasado su vida como una socialité mimada, acostumbrada al lujo y a las miradas envidiosas de los demás, el colapso de ese mundo dorado era insoportable.
La desesperación la había llevado a recurrir al único círculo que conocía: sus compañeros de la alta sociedad, los amigos con los que había compartido cenas y copas, intercambiando secretos entre risas y copas de cristal. Seguro que entre ellos alguien le tendería una mano.
Pero la realidad le dio otra bofetada. Uno a uno, esos supuestos amigos corrieron las cortinas y cerraron las puertas, fingiendo no conocerla. Ninguno se atrevía a mancharse con el nombre de Burgess, aterrorizados de que incluso un susurro de asociación los arrastrara también.
Tras horas de agonizante indecisión, Sonia reunió la poca determinación que le quedaba, se puso en pie y se dirigió a la comisaría. En cuanto Leah vio entrar a su madre, se levantó instintivamente.
—Mamá…
Antes de que pudiera ponerse del todo de pie, una mano firme le presionó el hombro y la empujó hacia su asiento.
Sonia se sentó frente a su hija e inhaló profundamente, como si necesitara aire para prepararse para lo que vendría a continuación. —Leah, ya nadie está dispuesto a ayudarnos. Solo nos queda una oportunidad… a menos que…
—¿A menos que qué? —Leah se inclinó hacia delante, con los ojos brillando con una frágil esperanza que intentaba ocultar con impaciencia.
—A menos que le pidas perdón a Corrine y le pidas que te perdone.
La sugerencia cayó como una bofetada y Leah echó la cabeza hacia atrás, incrédula. —¿Quieres que le pida perdón a Corrine? —Su voz se quebró por la indignación—. ¡Prefiero morir antes que pedirle perdón!
¿Por qué debería hacerlo? Corrine no era nada sin la protección de Nate. Si Nate alguna vez la abandonaba, ¿qué le quedaría? Nada. Leah frunció los labios con desprecio al pensarlo.
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