El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 95
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Capítulo 95:
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«Me alegro de volver a oír tu voz».
El peso de sus palabras no pasó desapercibido para ella. Inclinó la cabeza y sus labios se curvaron ligeramente.
«¿Temes que te bloquee?»
«¿Lo harías?» La voz de Nate era baja y pausada, con una suave calidez que se aferraba a ella como la caricia de un amante.
«No tendrías corazón para hacerlo».
¿No?
Los pensamientos de Corrine se enredaban, pero en el fondo sabía la respuesta. No lo haría. Si no, ¿por qué le había permitido hacerse un hueco en su mundo, dejarse llevar por su suave insistencia o sentir esa punzada de irritación cuando la llamaba «giro inesperado»?
Su afecto silencioso se había plantado firmemente en los rincones estériles de su corazón, una pequeña chispa que ahora anhelaba florecer en algo más.
«Es tarde. Deberías descansar un poco. Buenas noches.»
Terminó rápidamente la llamada y sus dedos temblaron ligeramente al colgar el teléfono. Esta noche, como su corazón, estaba destinada a permanecer inquieta.
A la mañana siguiente, Corrine salió de la mansión Ford y se dirigió directamente a la puja por los terrenos del distrito sur de la ciudad. Por el camino, Natasha le informó del itinerario, con voz firme y profesional, cuando un repentino timbre la interrumpió desde el teléfono que llevaba en el bolsillo.
Natasha miró la pantalla y observó el número desconocido. Frunció ligeramente el ceño y contestó en un tono educado pero distante.
«Hola, soy Natasha.»
«Buenos días, señorita Dixon.» La voz de Bruce se filtró, suave y segura.
«Soy Bruce Ashton del Grupo Ashton. Me gustaría concertar una reunión personal con la señorita Holland. ¿Hay alguna hora que le venga bien?»
Natasha no se detuvo antes de responder, con un tono tranquilo pero firme.
«Lo siento, Sr. Ashton, pero la señorita Holland no está disponible en este momento y permanecerá así indefinidamente.» Sus palabras llevaban una inconfundible finalidad.
Cualquier oyente avispado entendería el mensaje subyacente: el nuevo CEO del Grupo Ford no tenía intención de concederle audiencia.
Al otro lado, las facciones de Bruce se tensaron. Su comportamiento, antes sereno, cambió, irritado por la respuesta inflexible de Natasha. Conocer a su oponente era necesario para poder derrotarlo, era una regla por la que Bruce vivía. Durante días, había investigado en silencio la identidad del recién nombrado director general del Grupo Ford.
Y, sin embargo, todos sus esfuerzos no habían dado más resultado que un único y frustrante detalle: la directora general era una mujer apellidada Holland. Incluso la exorbitante cantidad que gastó en obtener una foto de ella había sido en vano. Su ordenador se bloqueó inexplicablemente con un virus antes de que pudiera abrir el archivo.
Ahora, sin más opciones, se había decidido por un acercamiento directo. Su intención era reunirse con ella para evaluar su confianza en la adquisición del terreno y, tal vez, incluso discutir una colaboración si su propia oferta fracasaba.
Pero la brusca negativa de Natasha desbarató su plan. Aun así, Bruce mantuvo un tono comedido, aunque apretó con más fuerza el teléfono.
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