El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 945
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Capítulo 945:
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Leah frunció el ceño. Con movimientos lentos y cautelosos, alcanzó el botón y bajó la ventanilla. Matías estaba fuera, con una leve sonrisa en los labios, una sonrisa llena de burla.
Su corazón tartamudeó intranquilo. Un frío cosquilleo le subió por la espalda y una ominosa sensación de presentimiento la invadió en una oleada sofocante. Detrás de Matías, un elegante Rolls Royce negro pasó deslizándose, con su superficie pulida brillando bajo la tenue luz.
Los ojos de Leah se posaron en la matrícula: un vistazo bastó para que se le revolviera el estómago. No había duda.
Nate había vuelto.
Sus pestañas se agitaron, el pánico parpadeó en sus ojos como una vela en una tormenta. ¿Por qué ahora? ¿Por qué tenía que volver en un momento tan crucial?
La sonrisa de Matías se hizo más profunda, aunque nunca llegó a sus ojos. El escalofrío de su mirada se sentía como una cuchilla presionando su piel. «Señorita Burgess, la policía está investigando una operación de crimen organizado y contrabando. Para evitar fugas de información, las autoridades han ordenado que nadie abandone las instalaciones. Confío en que usted y su padre cooperen».
Corey, siempre atento a los cambios sutiles en la atmósfera, sintió el temblor en la mano de su hija. Sin traicionar nada de la creciente ansiedad que se agitaba en su interior, le ofreció a Matías una educada inclinación de cabeza. «Entendido. Cooperaremos plenamente».
La sonrisa de Matías se diluyó, aunque sus ojos nunca se ablandaron.
En cuanto desapareció de su vista, Leah se agarró con más fuerza al brazo de su padre. «Papá, ¿qué vamos a hacer ahora? Si Nate descubre que fuimos nosotros los que conspiramos contra Corrine, nunca nos dejará en paz. Ya sabes de lo que es capaz».
Aún tenía fresco en la memoria el recuerdo de la caída de la familia Becker, la brutal precisión con la que Nate los desmanteló pieza a pieza. Ese mismo destino les esperaría si la verdad salía a la luz.
Corey exhaló lentamente, encendiendo un cigarrillo con manos firmes. «Cálmate». El humo se enroscó alrededor de su cara mientras hablaba. «Sin pruebas sólidas, ¿quién puede condenarnos basándose sólo en sospechas?».
Sus palabras, racionales y fundamentadas, fueron minando el pánico de Leah. Su respiración se fue calmando poco a poco, aunque el miedo nunca desapareció por completo de sus ojos. «Es cierto. Corrine es la culpable de la agresión. Si alguien cae, será ella».
Los hombres contratados habían sido cuidadosos, sin dejar rastros que pudieran relacionarse con ellos. Sin pruebas, no había caso.
Los nervios de Leah se relajaron lentamente bajo el peso de aquella lógica reconfortante. «Avisaré a Andrómaca. Tiene que estar preparada antes de conocer a Nate».
Fuera de su coche, Jules se apoyaba perezosamente en el capó, con el humo del cigarrillo saliéndole de los labios. En cuanto vio a Nate salir del Rolls Royce, se levantó de un salto, tiró el cigarrillo al suelo y lo aplastó antes de acercarse a toda prisa.
Su voz era baja, pero la tensión era inconfundible. «¿De verdad vas a ir tan lejos contra tu propia familia?»
La mirada de Nate se encontró con la suya, fría e inquebrantable. «¿Qué te parece?» Jules enarcó una ceja, pero no había sorpresa en sus ojos, sólo un destello de algo más oscuro. «La sangre puede ser espesa, pero no ahoga la traición. Si no te atreves a hacerlo, estaré encantado de hacerlo por ti».
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