El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 903
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Capítulo 903:
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Karina dejó escapar un largo suspiro, con una extraña mezcla de emociones. Aun así, el sarcasmo que goteaba de su voz era imposible de pasar por alto.
El pecho de Corrine se sintió más ligero en cuanto lo oyó. Una oleada de alivio la recorrió y la dejó casi mareada. Miró a Karina con admiración en los ojos.
Karina mantuvo la barbilla alta, con una postura firme y orgullosa.
Todo el mundo sabía que tenía la lengua afilada y era muy lista, y ni una sola vez había perdido una pelea verbal.
Adalynn estaba de pie, con los hombros caídos y la cabeza gacha.
Lo que estuviera pensando permanecía oculto tras su rostro inexpresivo.
Su imagen de diseñadora brillante estaba en ruinas.
Los organizadores del concurso de moda la echarían a patadas, y era muy probable que también la despojaran de su título anterior. Si el consejo de la moda se enteraba de esto, ¿la echarían para siempre?
Si las cosas seguían así, Adalynn acabaría sin nada. Apretó los dientes con tanta fuerza que le dolía la mandíbula. Se clavó las uñas en las palmas de las manos, pero ni siquiera lo sintió.
Nadie más se atrevió a levantar la vista. Todos tenían demasiado miedo de quedar atrapados en el fuego cruzado.
Toda la sala se quedó inmóvil, tan silenciosa que se podía oír caer un alfiler.
De la nada, la voz de Nate rompió el silencio. Estaba sentado cerca del fondo, reclinado en su asiento. Su tono era ligero, casi perezoso, pero no había duda de la amenaza detrás de él. «¿Vais a disculparos todos, o tengo que pedirle a alguien que se asegure de que lo hacéis?».
Hablaba en un tono fácil y pausado, pero cada palabra encerraba una amenaza inconfundible.
El aire de la habitación se volvió denso, cargado de tensión.
Nadie dijo una palabra.
«Habéis sido todos muy atrevidos hace un momento, abriendo la boca y lanzando acusaciones a diestro y siniestro», se mofó Moses, curvando el labio. «¿Qué ha pasado? ¿Ahora no encontráis vuestra voz? Si una disculpa es demasiado dura, ¡daros una bofetada es aceptable!».
Un murmullo de inquietud se extendió entre la multitud.
La mayoría de los invitados no sabían exactamente quiénes eran los dos oradores, pero la forma en que se comportaban lo dejaba claro: eran personas muy influyentes.
La gente intercambiaba miradas nerviosas, sin saber qué hacer. Finalmente, sus ojos se posaron en Leah y Bruce.
Al fin y al cabo, era su fiesta de compromiso. La mayoría de los invitados eran familiares o amigos íntimos.
El ceño de Leah se arrugó ligeramente, aunque un leve rastro de burla parpadeó en sus ojos.
No hacía mucho, todos habían estado ansiosos por insultar a Corrine, algunos incluso dispuestos a ponerle las manos encima. Pero ahora, ninguno quería arriesgarse a cruzarse con Nate. Eso dejó a Leah sin elección: tenía que dar un paso al frente y manejar la situación ella misma.
«Sr. Hopkins, esta es mi fiesta de compromiso. ¿De verdad tenemos que arruinar el ambiente de esta manera?». La sonrisa de Leah era suave, casi dulce, mientras miraba a Nate. «Si la señorita Holland hubiera mostrado antes sus pruebas, nada de esto se habría descontrolado, ¿no cree?». Sin levantar la voz, trasladó en voz baja toda la culpa a Corrine.
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