El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 875
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Capítulo 875:
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Cuando sus labios se encontraron, el brazo de Nate rodeó con más fuerza su cintura, acercándola más, como si quisiera atraerla completamente hacia él.
Corrine agarró el cuello de la camisa de Nate, haciendo todo lo posible por igualar su intenso beso, rindiéndose en silencio a su apasionado abrazo. El beso era tan urgente y acalorado que ambos se quedaron sin aliento, con el corazón latiéndoles con fuerza en el pecho.
Aunque nerviosa, los temblorosos dedos de Corrine subieron lentamente, desabrochando el cuello de la camisa de Nate.
Ambos sabían exactamente lo que significaba ese gesto.
Nate le cogió la mano con suavidad y clavó sus ojos en los de ella. Su voz, grave y llena de deseo, le preguntó: «¿Realmente has pensado en esto?».
Una vez más, dejó la decisión en manos de Corrine. Si ella quería parar, él lo respetaría. Pero si decía que sí, no dudaría en tomarla por completo.
No era el hombre noble que ella creía, ni un santo inmune a la tentación. Simplemente no quería que ella se arrepintiera después.
Corrine apretó los labios y asintió con determinación. «Sí, lo he pensado bien».
Su breve respuesta, apenas unas palabras, hizo que el tranquilo corazón de Nate se acelerara desenfrenadamente. La besó una vez más.
Se tumbaron en el sofá y Nate separó suavemente las piernas de ella con la rodilla. Se arrodilló a su lado, inclinándose hacia ella, con una sonrisa en la comisura de los labios.
«¿Por qué sonríes?» preguntó Corrine, confundida.
«Parece que el destino favorece a tipos como yo, concediéndome mi deseo de cumpleaños», respondió, con una sonrisa cada vez más amplia.
Luego, volvió a besarla.
Esta vez, su beso no fue tan urgente ni intenso. Era suave, como una brisa cálida que derretía lentamente su resistencia, atrayéndola. Poco a poco, su cuerpo tenso se relajó en su abrazo.
susurró Corrine, sus palabras apenas audibles bajo un velo de besos, «¿No te gustan los otros regalos que tan cuidadosamente he elegido para ti?».
«Es diferente». Los dedos de Nate rozaron suavemente la mejilla de ella, sus ojos oscuros charcos de emoción que parecían ablandarse bajo una corriente de ternura. «Tú, Corrine, eres el único regalo en este mundo que no puede ser replicado. Todo lo demás se puede reemplazar. Pero tú, nunca».
La luz tenue parecía contener el aliento, y el aroma de las rosas recorría el aire, convirtiendo el momento en algo casi tangible, cargado de deseo.
Sus labios se entrelazaron una vez más, la pasión crecía en espiral hasta que un inesperado golpe en la puerta rompió el calor del momento.
«¡Nate! Nate!» La voz de Moses sonó, urgente y persistente, sus golpes resonando como un tamborileo de impaciencia.
La niebla de la mente de Corrine se disipó de inmediato y sus sentidos volvieron a concentrarse. Su cuerpo se puso rígido y su mirada se desvió hacia Nate. «Hay alguien en la puerta».
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