El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 871
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 871:
🍙🍙🍙🍙 🍙
Antes, Nate nunca había entendido por qué a las mujeres les gustaban tanto las sorpresas, por qué un simple ramo de flores podía alegrarles el día entero. Pero ahora, allí de pie con las flores en las manos, parecía comprenderlo por fin.
La alegría no estaba en las flores en sí, ni en el elemento sorpresa. Estaba en el pensamiento que había detrás, en el esfuerzo, en el cuidado.
No se trataba del precio del regalo, sino de la sinceridad con que se hacía.
Apreciaban el gesto porque venía de alguien a quien querían. Eso lo hacía irremplazable.
La mirada de Nate se posó en Corrine, sus ojos brillaban con una intensidad ilegible. No era sólo aprecio, era algo más profundo, algo que llegaba hasta el fondo de su alma.
Sus mejillas se sonrojaron de un delicado color rosado, que se extendió hasta la punta de sus orejas, y su corazón inició un ritmo entrecortado que le produjo un cosquilleo en la piel. «¿Podrías… no mirarme así?».
Había un calor en su mirada, un encanto ardiente que parecía casi peligroso, como una llama que la atraía, desafiándola a acercarse, aunque eso significara quemarse. Era como una bestia observando a su presa, listo para atacar en cualquier momento.
Entonces, sin mediar palabra, le cogió la mano y la rodeó con sus dedos, con suavidad pero sin ceder. Sus labios se curvaron en una sonrisa afectuosa. «Me preguntaba qué otras sorpresas me tendrías preparadas».
En el instante en que sus pieles se tocaron, un calor abrasador se encendió bajo la palma de su mano, extendiéndose como un reguero de pólvora por sus venas. El pánico se apoderó de su pecho y respiró con calma, deseando que los latidos de su corazón se ralentizaran.
La mirada insondable de Nate la mantuvo cautiva.
Sus dedos se enroscaron alrededor de la mano de ella, apretándose lo suficiente como para que ella se diera cuenta de su vacilación, su silenciosa reticencia a soltarla.
«Comamos primero», sugirió Corrine, rompiendo la tensión.
Nate le sostuvo la mirada un momento más antes de asentir. «Como quieras».
La vacilante luz de las velas proyecta largas sombras sobre la mesa, envolviéndolos en un capullo de intimidad.
Desde el otro lado de la mesa, Nate la observó, con el suave resplandor de las velas iluminando su rostro de una forma que le dejó sin aliento.
El juego de luces y sombras trazaba sus delicados rasgos, acentuando la serena elegancia que la hacía tan fascinante.
Sus cejas tenían la curvatura perfecta: demasiado arqueadas, habrían resultado coquetas; demasiado poco arqueadas, habrían carecido de expresión. Su belleza era casi de otro mundo, como un ser mítico atrapado entre reinos. Una diosa, eso era lo que era.
Hay quien dice que la belleza brilla más bajo una luz suave.
No se equivocaban.
Corrine levantó su copa de vino, sus ojos brillaron mientras le sonreía. «Por último, permítame desearle sinceramente un feliz cumpleaños».
.
.
.