El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 856
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Capítulo 856:
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El bastón de Carl, símbolo de su poder, no era sólo un adorno. Tenía peso de verdad. Ni siquiera Waldo y Jayden aguantarían un golpe, y mucho menos Corrine, que siempre había estado protegida.
Corrine le hizo un gesto para que se fuera. «Leland, estoy bien. Deberías volver con mi abuelo».
Leland, que conocía a Corrine desde que era pequeña, sabía que no debía discutir cuando ella había tomado una decisión. Asintió, aunque de mala gana. Pero al llegar a la puerta, se detuvo. Se dio la vuelta, hizo una pausa y habló despacio. «Señorita Holland, no culpe a su abuelo. Él se preocupa por usted, aunque su forma de demostrarlo no haya sido la mejor».
«Lo sé», dijo Corrine en voz baja.
Cuando Leland se marchó, Corrine se levantó y entró en el salón. Se subió la manga y vio un moratón oscuro que se extendía por su brazo, un mosaico de dolor. Arrugó ligeramente las cejas.
En realidad, Carl se había contenido. Si no lo hubiera hecho, no habría sido sólo un moratón.
De algún modo, la noticia de lo ocurrido llegó a Jayden y Waldo. Los dos hermanos llegaron juntos al despacho de Corrine, casi como si lo hubieran planeado.
«¿Qué hacéis vosotros dos aquí?» preguntó Corrine, mirando a sus tíos.
Los rasgos afilados de Jayden estaban ensombrecidos por una expresión fría, como si una capa de hielo se hubiera posado en su rostro. «Oímos que papá te golpeó. Vinimos a ver si estabas realmente herido».
«Sí, ¿estás malherida?» preguntó Waldo, dando un paso adelante y tirando de la manga de Corrine.
La expresión de Jayden se ensombreció al instante. Le dio una fuerte patada a Waldo en el trasero. «¡Muestra algo de respeto!», le espetó.
Waldo se frotó el trasero dolorido, dándose cuenta sólo entonces de lo fuera de lugar que había estado. Corrine ya no era una niña.
Frotándose la cabeza con torpeza, murmuró: «Es que estaba preocupado…».
Jayden le entregó un pequeño frasco azul cielo con intrincados diseños. «Este es un ungüento especial. Es genial para los moratones y la hinchazón. Deberías probarlo».
Corrine cogió la botella, sus dedos juguetearon con ella mientras una leve sonrisa de complicidad aparecía en sus ojos.
La botella le resultaba familiar, casi idéntica a la que le había dado Nate. La única diferencia era un sello de acero del Instituto de Investigación 101 en la parte inferior.
«¿Qué hiciste para molestar a tu abuelo?» preguntó Waldo, picado por la curiosidad.
Nadie sabía mejor que los dos hermanos cuánto adoraba Carl a Corrine. Haría cualquier cosa por ella, dándole siempre lo mejor de todo. Tenían que conformarse con lo que ella no quería. Pasara lo que pasara, Carl nunca le había levantado la mano.
Estaban desesperados por averiguar qué podía haber dicho ella para enfadarle tanto.
Corrine hizo girar distraídamente la botella entre sus dedos y contestó despreocupadamente: «El abuelo quiere que rompa con Nate».
«¿Eso es todo?» preguntó Waldo, con los ojos muy abiertos por la incredulidad.
Corrine asintió. «Me negué, y esto es lo que pasó».
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