El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 844
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Capítulo 844:
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Danna se mantuvo firme, con una mirada desafiante. Su padre la agarró con fuerza por el brazo y su voz se convirtió en un gruñido grave y amenazador. «¡Discúlpate ahora o estarás fuera de la familia Becker para siempre!». Sus ojos, abiertos y sin pestañear, brillaron de traición, y una cruda incredulidad se retorció en su pecho. ¿Era realmente su padre? ¿El hombre que una vez la había acunado cuando se raspó la rodilla? ¿Ahora, por el bien de Corrine, la dejaba de lado como si no fuera nada? ¿Acaso ella, su propia hija, valía menos que aquella mujer?
«¿A qué esperas? Discúlpate». Su urgencia delataba su miedo a las consecuencias.
Danna se mordió el labio hasta saborear el hierro. Las palabras salieron raspadas como papel de lija. «Lo siento…»
La mirada de su padre se ensombreció. «¡Correctamente! Eso no es una disculpa, es una broma».
Danna cerró los dedos en puños. «Señorita Holland», forzó con los dientes apretados, «lo siento».
Corrine apenas reaccionó, sólo el parpadeo de su frente insinuaba una leve diversión. «Ahora que hemos resuelto eso, pasemos al segundo asunto».
Danna se puso tensa. Había algo demasiado complacido en el tono de Corrine.
«Srta. Becker, atacó a mi personal sin provocación. Honorarios médicos, daños emocionales… debe una compensación». Corrine inclinó la cabeza. «¿Lo pagamos con tarjeta o en efectivo?»
Danna se clavó las uñas en las palmas de las manos. «¡Corrine Holland, no tientes a la suerte!», siseó. «Aunque seas Corry, aunque tengas talento, ¿qué le da derecho a una chica de baja cuna como tú a hacerse la altiva delante de mí?».
«Porque soy su respaldo». Una voz atravesó la habitación como el hielo rompiéndose en aguas profundas.
Danna volvió a ponerse rígida. La habitación pareció encogerse cuando se dio la vuelta y encontró a Nate allí de pie, tranquilo e ilegible, pero con un peso que le heló la sangre. Las lágrimas ardían en los bordes de su visión, amenazando con derramarse.
«Yo pagaré». Su padre se precipitó hacia delante, demasiado ansioso por apaciguar. Su sonrisa era delgada, servil. «Srta. Holland, mi hija ha sido malcriada. Por favor, no nos tomemos esto a pecho. Lo manejaremos como mejor le parezca». La obsequiosidad de su voz provocó algo en lo más profundo de Corrine: una herida medio cicatrizada, enterrada en la memoria.
La impaciencia apareció en su mirada. «Jacob, encárgate del resto».
«Sí». Jacob asintió.
Sin volver a mirarla, Corrine giró sobre sus talones. Nate se puso a su lado y le rodeó la cintura con el brazo sin esfuerzo.
«Estás molesto», murmuró.
Una declaración tranquila. Sin titubeos. Sin dudas.
Corrine le lanzó una mirada de reojo, con la sombra de una sonrisa dibujándose en sus labios. «¿Lo soy?»
Nate se limitó a enarcar una ceja.
No necesitaba responder. Lo sabía.
En Celtis Estate, Nate salió de la cocina, con el vapor de una taza de leche caliente ondulando perezosamente en el aire, cuando sonó el timbre de su teléfono.
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