El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 835
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Capítulo 835:
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«Entonces vamos a averiguarlo». Con esas palabras, ella golpeó de nuevo, su rodilla disparándose hacia el interior de su muslo.
Instintivamente, la soltó.
Corrine no perdió el tiempo. Se soltó y desapareció entre la multitud caótica.
De repente, se oyó un ruido agudo de cristales rompiéndose.
Alguien se había estrellado contra la torre de champán. Fragmentos de cristal y líquido esparcidos por el suelo.
El pie de Corrine resbaló. Los tacones traicioneros que antes acentuaban su elegancia la traicionaron y la hicieron caer. Una idea peligrosa la asaltó: si caía al suelo, el cristal la cortaría o la pisotearía.
Pero en lugar de fragmentos fríos y dentados, aterrizó contra algo cálido y sólido.
Un aroma constante y tranquilizador la envolvió, conectándola a tierra en medio del caos.
Agarró la solapa del hombre. «¿Nate?»
«Estoy aquí». Su voz era firme y tranquilizadora. Se inclinó ligeramente y le dio un beso tranquilizador en la coronilla. Le rodeó la cintura con el brazo, manteniéndola cerca mientras los alejaba del peligro. Cada movimiento estaba calculado, protegiéndola con su cuerpo, asegurándose de que no se viera afectada por el caos.
Corrine se aferró a él con fuerza, su corazón era un torbellino de emociones que se negaba a nombrar.
¿Cómo podía permanecer indiferente ante un hombre que la protegía tan ferozmente?
Había demasiadas razones para enamorarse de él.
Y en ese momento, si hubiera habido un precipicio delante, ella sabía -sin dudarlo- que habría caído con él.
Entonces, como si el universo hubiera estado conteniendo la respiración, las luces volvieron a parpadear.
La repentina luminosidad obligó a la gente a protegerse los ojos.
Corrine parpadeó, adaptándose al resplandor. Instintivamente, su mirada se desvió en busca de Jonathan.
Pero ya no estaba. Era como si nunca hubiera estado allí, como si todo el encuentro no hubiera sido más que una ilusión fugaz.
«Señorita Holland, ¿está bien?» Jacob llegó, sus ojos agudos escaneándola en busca de cualquier signo de lesión.
Corrine se enderezó, serenándose. «Estoy bien. Comprueba las imágenes de vigilancia cercanas».
No fue una coincidencia. El apagón, la repentina aparición de Jonathan… todo había sido planeado.
Jacob asintió. «Entendido.»
A su alrededor, el personal se apresura a limpiar los cristales rotos y el champán derramado. Pero por muy rápido que trabajasen, el encanto de la velada se había desvanecido. El entusiasmo de los invitados se había atenuado, y la energía que antes vibraba había sido sustituida por murmullos cautelosos.
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