El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 831
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Capítulo 831:
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Con una mano metida en el bolsillo, se movía con soltura controlada, pero cada paso era como un martillazo, una fuerza precisa e innegable a la vez.
Los que conocían a Nate entendían una cosa con absoluta certeza. Estaba furioso.
Su voz llegó de nuevo, cortando el silencio como un látigo. «¿Por qué ya no te ríes?»
Ni un alma se atrevió a contestar. Reinaba el silencio.
Las mismas personas que hace un momento habían hablado con tanta libertad ahora se encontraban rígidas por la inquietud. Como por instinto, dirigieron sus miradas hacia Andrómaca, con la desesperación parpadeando en sus ojos.
Su expresión permaneció serena, mostrando sólo el más sutil destello de frío cálculo parpadeando en su mirada. Tontos. Todos y cada uno de ellos. Habían estado tan dispuestos a burlarse y mofarse, y ahora, ante la furia de Nate, buscaban su salvación en ella.
Finalmente, tras un silencio que pareció más largo de lo que era, Andrómaca exhaló suavemente. Con mesurada facilidad, habló en el momento justo. «Nate, todos estaban bromeando».
Las palabras fueron elegidas cuidadosamente, con la intención de rebajar la tensión, de concederse una salida.
Fuera cual fuera la situación, no podía permitirse vacilar. Si mostraba la más mínima vacilación ante Nate, ¿cómo podía esperar mantener el control sobre la élite de Lyhaton?
La mirada de Nate se clavó en ella, fría y penetrante. Su voz, aunque aparentemente suave, tenía el peso de algo mucho más peligroso. «¿Desde cuándo tienen derecho a hacer bromas sobre mi novia?».
La expresión de Andrómaca se tornó pétrea ante sus palabras.
Nunca había imaginado que Nate la humillaría tan abiertamente.
Después de todo, era la hermana biológica de su padre.
¿Los lazos de sangre no significaban nada para él?
Leah también se quedó atónita ante la impactante exhibición.
Entendía la relación entre Nate y Andrómaca.
Sin embargo, a pesar de la sangre que compartían, Nate no dudó en deshonrar a Andrómaca delante de todos, sin el menor atisbo de consideración familiar.
El rostro de Andrómaca ardía, la vergüenza y la furia se retorcían en su interior, pero se obligó a mantener la compostura. «Nate, ¿has perdido la cabeza? ¿Estás humillando a tu tía por una mujer?»
Sus palabras fueron a la vez una reprimenda y una insinuación, sugiriendo que había sido cegado por el amor. Nate la miró con una calma escalofriante. «¿Desde cuándo te entrometes en mis asuntos?»
Su mirada era aguda, como una flecha soltada de un arco tenso, golpeando directamente a Andrómaca sin vacilar.
El corazón le dio un vuelco. Un escalofrío la recorrió y se agarró instintivamente a la barandilla, con los dedos blancos por la tensión.
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