El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 830
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 830:
🍙🍙🍙🍙 🍙
Después de todo, la riqueza y el poder por sí solos no podrían sostener un acontecimiento de este calibre. Incluso con el formidable respaldo de la familia Ford, Corrine no debería haber sido capaz de orquestar algo de esta magnitud.
Y lo que es más importante, la Fundación Only Love existía desde hacía más de tres décadas. Corrine, veinteañera, no tenía ninguna conexión plausible con sus orígenes. Las piezas no encajaban.
Era obvio para Andrómaca que Corrine no era más que una fuerza perturbadora, que utilizaba la influencia de Nate para crear un espectáculo.
Sin embargo, Corrine, ajena al escrutinio tras los ojos de Andrómaca, se limitó a dejar que una leve sonrisa se dibujara en sus labios. «¿Crees que necesito su apoyo?»
No había vacilación en su voz. Su confianza nunca había venido de otra persona.
No de Nate. De nadie. Con o sin él, se mantuvo firme.
El aire se llenó de burlas.
«¡Qué tonto! Tan testarudo como siempre, incluso ahora». Las carcajadas recorrieron la multitud, silenciosas pero inconfundibles.
Hacía unos instantes, habían considerado el aplomado discurso de Corrine como una exhibición sorprendente. Ahora, la diversión y el ridículo ensombrecían sus expresiones.
Para ellos, esto ya no era un discurso, era una farsa. Al fin y al cabo, aparte de Andrómaca y unos pocos elegidos -Nate, Zeke, Karina-, nadie sabía la verdad sobre Corrine.
Observando desde la distancia, Leah sintió un atisbo de satisfacción agitarse en su pecho.
Por primera vez en una eternidad, sintió alivio. La rabia y el odio que habían ardido en sus venas se suavizaron. Nada le gustaba más que ver a Corrine humillada.
«Realmente no tiene ni idea de a lo que se enfrenta, ¿verdad?», se mofó alguien.
«Habla mucho, pero no tiene ni idea de cómo acabará esto para ella».
«¡Vana e hipócrita! No me extraña que el Sr. Ashton la dejara».
«¿Cree que puede mantenerse firme sólo porque el Sr. Hopkins la apoya? Qué chiste. La mujer que se enfrenta a ella es alguien que incluso el Sr. Hopkins respeta. Corrine no tiene ni idea de que va directa a la ruina». Los murmullos crecían, alimentándose unos de otros, sus palabras sin freno, su desprecio al descubierto.
Entonces, una voz atravesó la habitación como una cuchilla. Profunda, baja y con un frío implacable. «¿Es hilarante?»
Como la brusca caída de la primera helada del invierno, la temperatura del vestíbulo pareció descender.
La diversión desapareció del aire en un instante. Se hizo el silencio en el recinto.
Lenta y deliberadamente, un hombre dio un paso adelante, su presencia sofocante en su intensidad. Cada zancada era pausada, pero su gran peso se adueñaba de la atmósfera, cargado de una advertencia tácita.
Su mirada, aguda y fría como el hielo, recorrió la habitación. Los ángulos esculpidos de su rostro no mostraban ningún rastro de calidez, sólo una gélida hostilidad que provocaba escalofríos.
.
.
.