El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 827
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 827:
🍙🍙🍙🍙 🍙
Bruce enarcó ligeramente las cejas. La pregunta en sí era de esperar, pero ver a Jacob de cerca le produjo una extraña sensación de familiaridad. Había visto a aquel hombre en alguna parte, estaba seguro. Pero los rasgos discretos de Jacob hacían que el recuerdo se le escapara de las manos como granos de arena.
Sacudiéndose el pensamiento, Bruce metió la mano en el bolsillo y sacó una tarjeta. «Por tarjeta», dijo, con voz uniforme.
Jacob sacó una máquina POS, ya preparada de antemano, y se la entregó.
Bruce completó la transacción con un rápido movimiento, y en el momento en que se confirmó el pago, Jacob hizo un sutil gesto con la cabeza. Los hombres que estaban detrás de él se adelantaron, presentando cuidadosamente el juego de joyas que habían ganado en la subasta.
Cuando todo parecía resuelto, el recinto se sumió en la oscuridad.
Un murmullo se extendió entre el público, sorprendido por la repentina atenuación de las luces. Entonces, como si estuviera preparado, el subastador subió al escenario con una sonrisa de oreja a oreja. «Damas y caballeros, demos la bienvenida al representante del comité organizador de la subasta benéfica para que pronuncie un discurso».
Se oyeron aplausos, fuertes pero vacíos.
Las expresiones del público delataban su falta de interés: era una formalidad, un segmento que aguantaban más que esperaban.
«¿Por qué está ahí?» Una voz del público atravesó los aplausos como una cuchilla.
Las cabezas se giraron bruscamente hacia el escenario.
Allí, dando un paso al frente con aplomo inquebrantable, estaba Corrine.
Era una visión de la elegancia envuelta en un vestido de seda blanca que recorría su figura con gracia y sin esfuerzo. A cada paso, la suave tela se movía y dejaba entrever sus largas y esculpidas piernas.
Exudaba un aire de refinada seducción, pero su presencia no era cálida: era distante, intocable, como una belleza etérea destinada sólo a ser admirada desde lejos.
Las luces del escenario proyectan un resplandor dorado sobre sus rasgos, haciendo que la impactante profundidad de sus ojos resulte aún más hipnótica.
La expresión de Corrine permaneció indescifrable cuando llegó al centro del escenario. Cogió el micrófono del subastador y se dirigió a la sala en un tono uniforme y mesurado. «Señoras y señores, gracias por honrarnos con su presencia esta noche. Agradezco sinceramente su generoso apoyo a esta subasta benéfica».
Hizo una breve pausa y levantó la mirada hacia un palco privado concreto, donde se sentaban Bruce y Leah.
Desde su asiento, Bruce sintió que se le helaba todo el cuerpo. Era como si le hubieran echado un cubo de agua helada por encima y el frío le calara hasta los huesos.
Una presión asfixiante se apoderó de él, dejándole los miembros pesados y los pensamientos aletargados.
¿Cómo? ¿Cómo se había convertido Corrine en organizadora del evento de esta noche?
Su agarre se tensó alrededor del reposabrazos mientras la inquietud se deslizaba por sus venas como un susurro venenoso. Sus apuestos rasgos se ensombrecieron y sus cejas se fruncieron. Algo le parecía mal, muy mal.
.
.
.