El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 816
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Capítulo 816:
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Los invitados intercambiaron miradas divertidas, con expresiones llenas de intriga.
En cuanto Leah presentó su oferta, se hizo el silencio en la sala.
El subastador, siguiendo el protocolo, anuncia: «La puja actual es de cuatro millones. ¿Alguien desea subir?» Una vez más, el silencio envolvió la sala.
«Cuatro millones, a la una».
Corrine no sentía ningún apego especial por el espejo. Ya poseía uno exquisito de marfil de una época famosa por su artesanía, cuya superficie estaba adornada con motivos de rosas. El espejo subastado habría sido un buen complemento, pero eso no era lo que le intrigaba ahora. Al observar la determinación de Leah para superarla, el interés de Corrine cambió como el de un ajedrecista experimentado atraído por la emoción de una trampa bien tendida. La satisfacción nunca estaba en la captura, sino en la persecución.
Y ahora, había llevado a Leah directamente a pujar cuatro millones.
Corrine saboreó el momento.
No era ella quien tenía que cargar con la pérdida, era Leah quien se había cavado ese pozo. Reflexionó brevemente: ¿podrían las finanzas de Leah soportar una indulgencia tan imprudente?
Desde su asiento, Nate captó el brillo travieso en los ojos de Corrine e inmediatamente comprendió su intención.
El subastador lanzó una mirada expectante en dirección a Corrine, esperando a ver si volvía a pujar.
En lugar de eso, simplemente dejó la pala en el suelo, levantó la taza de café con elegancia y dio un sorbo sin prisas.
«Cuatro millones, van dos. ¡Cuatro millones vendidos!» El martillo cayó con un golpe decisivo.
Una sonrisa lenta y satisfecha curvó los labios de Leah, con el orgullo brillando en sus ojos. Se regodeaba en su victoria, ajena al hecho de que no era más que un peón en el juego de Corrine.
Apareció el siguiente objeto: un collar de jade con cuarenta y tres cuentas impecables, unidas por un cierre de diamantes.
Un murmullo de interés recorrió el auditorio mientras los entusiastas de la joyería levantaban sus palas con impaciencia. Corrine y Leah estaban entre ellas.
Leah, dirigiéndose a Bruce, le explicó con dulzura: «Tu madre siempre ha tenido buen ojo para las piezas finas como ésta. Si gano, se la regalaré».
Bruce le apretó la mano. «La intención es lo que cuenta. No hace falta gastar tanto».
El tono de Leah era suave pero firme. «Tu familia es mi familia ahora. Quiero mostrarles mi sinceridad».
Justo cuando Leah hizo su oferta, la voz de Corrine cortó la charla. «Un millón».
El repentino salto de seiscientos mil a un millón provocó un estremecimiento entre la multitud. Los ojos se volvieron hacia Corrine, suponiendo que estaba decidida a adquirir el collar. Nadie sospechaba que estaba tendiendo otra trampa a Leah.
Como era de esperar, Leah contraatacó diciendo: «Un millón cuatrocientos mil».
Como era de esperar, el collar de jade pasó a ser suyo.
Y luego, pasó a reclamar también los dos artículos siguientes. Corrine observó cómo Leah se deleitaba con sus victorias, con una sonrisa irónica.
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