El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 81
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Capítulo 81:
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«Has estado bebiendo, así que conduciré yo». Corrine cogió las llaves de manos de Karina sin esperar respuesta, dirigiéndose directamente al coche.
Karina, aturdida por el vino, simplemente se encogió de hombros y la siguió con pasos perezosos.
Pero justo cuando llegaron al coche, un repentino clamor de pasos y voces furiosas estalló en las inmediaciones.
«¡Ahí está! ¡Esa mujer sin corazón!»
Se giran y ven a un grupo de personas que se les echa encima, armadas con palos y con los ojos llenos de rabia.
La expresión de Corrine se ensombreció, una fría nitidez se apoderó de sus facciones. Agarró a Karina por la muñeca y siseó: «¡Sube al coche!».
Se apresuraron a entrar, con la esperanza de que las puertas cerradas del coche disuadieran a la turba. Pero los atacantes no tenían intención de echarse atrás. El primer golpe cayó con un ruido sordo, seguido de otro y otro, mientras los palos golpeaban el exterior del coche, antaño impecable.
La cacofonía era estremecedora, cada golpe era un recordatorio brutal de la implacable furia de los atacantes.
Como si destrozar el coche no fuera suficiente, empezaron a arrojar todo tipo de inmundicias repugnantes sobre el parabrisas, con sus risas y gritos resonando por todo el aparcamiento.
Antes de que llegara la seguridad, el grupo recogió sus pertenencias y desapareció como sombras que se funden en la noche, dejando tras de sí una escena de caos.
El aparcamiento volvió a quedar en silencio, salvo por el gemido de frustración de Karina cuando salió a inspeccionar los daños.
«¡Mi coche!», gritó, con la voz resonando en el espacio cavernoso. Se tambaleó al ver el parabrisas, ahora cubierto de suciedad, y luchó por contener la rabia que le subía al pecho.
A Karina le entraron ganas de vomitar.
«¡Está arruinado! Sólo lo he tenido dos días. Esos asquerosos desgraciados… ¡Voy a llamar a la policía! ¡Necesito saber quién hizo esto!»
«Ya lo sé», dijo Corrine, con voz grave y cortante, mientras su gélida mirada recorría el maltrecho coche.
Su tono era como la fría mordedura de un viento invernal, cortante e inflexible, portador de un escalofrío que perduraba mucho después de pronunciadas las palabras.
Karina miró a Corrine mientras escuchaba y sus labios se curvaron en una sonrisa burlona. Identificar al cerebro no fue difícil. Tras un breve momento de reflexión, resultó obvio:eah, esa tonta implacable, estaba detrás de todo.
Karina recordó haber advertido a Corrine que tuviera cuidado con las represalias de Leah, asombrada por lo rápido que se cumplió su predicción. Sentía curiosidad por ver si Leah podía permitirse las consecuencias de sus actos.
Inclinándose hacia delante, Karina preguntó: «¿Qué piensas hacer con ella?».
Una sonrisa fría se curvó en los labios de Corrine, portadora del encanto letal de una amapola.
«Creo que entretendré sus juegos un rato más».
Corrine había pensado que retirar las publicaciones virales frenaría el comportamiento de Leah, pero ésta parecía ansiosa por provocar aún más problemas.
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